Los
libros del recuerdo
Confieso que espero la muerte
Sin lágrimas ni risas,
La espero, alzando al cielo
La botella
vacía de los sentimientos.
Las leyes naturales, llenan los ocasos de silencio
Garabateando la caricia y el beso.
La vida mata y duele,
Y con ese dolor llegamos a viejos
Como llega el caballo que montamos
Siendo siempre ganador;
Pues siempre nos lleva hasta la meta
Sin necesidad de clavar espuela
Ni emplear la fusta.
A esa meta,
igual llega la cebra que el mono,
Quizá, la única gracia que existe en la vida
Sea esa aspirina que alivia el dolor de cabeza,
Mientras el mundo
mira fijamente al precipicio
Como si fuese un espejo donde se reflejan
Los horrores de la Tercera Guerra Mundial;
Viéndonos obligados injustamente
A quemar el
almacén con los libros del recuerdo.
No sé si existirán las cenizas de la resurrección;
Nadie puede saberlo, porque nadie ha vivido esta
experiencia.
Aunque es probable que todo sea una fantasía,
Un deseo emanado de nuestra locura;
Deseando hacer lo que antes se hizo,
Con las fibras del cuerpo tan flexibles
Como flexible es el viento y el cauce del río de la
vida.
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