Al
abrigo de las piedras
De las montañas surgieron las piedras
Que la hicieron elevarse como el cono de un volcán;
Luego, esas piedras fueron arrastradas hasta el llano
Empapándose con la lluvia y macerándose con los
rayos del sol.
Se hicieron fuertes, como fuerte es el granito.
Los hábiles canteros la cuartearon y dieron forma,
Para que fuesen más manejables para construir sus
casas
Forjando de ese modo el sedentarismo.
Hoy, al abrigo
de las piedras,
Me relajo con sus cantos y me tonifico con su
energía.
El hombre, al contrario de la piedra,
Es débil, pero escuchando sus enseñanzas se hace
fuerte
Y cada poro de la piel es mota de polvo cósmico;
Lo más grandioso, lo más divino, y a su vez,
Lo más desconocido por no avistar sus límites.
Pero hoy ¿Qué me dicen estas piedras?
Sin duda me dicen que están vivas
Porque mantienen todas sus propiedades;
De vez en cuando, se producen pequeños estruendos
“Es la dilatación” diferenciando así el día y la noche;
En cierto modo, es su forma de añorar lo que antes
fuera:
Una parte de la montaña que, a diario,
Observaba a los meteoros y las luminarias del cielo,
Siendo ajena a los problemas que surgen de la carne.
El hombre, si pudiera digerir las piedras,
A estas alturas, el planeta sería un vasto desierto,
Porque el apetito del hombre es insaciable.
Afortunadamente, y gracias a que la piedra lo sabe,
Fecunda a la higuera que brotó en la pared de la iglesia;
Y hace crecer las cepas en terrenos inhóspitos.
Si nadie molestara a la piedras,
Todo se convertiría en una selva atrapada
Con los poderosos garfios de sus raíces etéreas,
Capaces de estrujar ciudades y desmoronar sus orgullosos palacios.
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