El aire que respiro
Tiene el aire que respiro
Una memoria de siglos;
La existencia puebla de júbilo
La física que al corazón enamora;
Circundando las ansias
De estar al lado de la Venus colosal,
Personificada
en mujer.
Mi poesía levita ante su altar sagrado
Y cada pedacito de su flor,
Va engarfiada a la música de mis fantasías.
Mas la vida me apartó de su cielo
Y una angustia penetró en mis retinas,
Que, como cenizas, inflamaban la pasión
Derritiendo así la nieve diabólica
Que se mantenía viva en mi alma.
Era el carmín
de sus labios
La cúspide eterna,
Mientras en el graveo cielo
Deambulaban los destellos de los astros
Guiando a los poetas convertidos en cisnes.
La mañana con
su edredón de armiño
Saludaba al
cervato que correteaba
Por las verdes
praderas de la vida.
La lluvia es dulce,
Y la sangre enamorada
Es cual
vegetal huérfano en su universo.
La victoria
será estéril si envejece el aliento,
La mirada humilde nos da su adiós
Cuando el alma encuentra su eterna ceniza.
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