La
gente olvidó su nombre,
La
llamaban la hechizada;
Hasta
ella mismo dejó de saber
Como
en realidad llamaba.
Era
el producto de unir mil pedazos
En
la persona que fue mellada,
Y
hecha añicos, como botella rota,
Quedando de por vida estereotipada.
Quedando de por vida estereotipada.
La
hechizada, era una extraña ruina
Que
iba a donde el viento la arrastraba;
¿Para
qué saber un vulgar nombre
Si
no tenía sentido lo que la identificaba?
Sabía
mucho del resentimiento del amor
Único
responsable de su desgracia.
La
hechizada fue transformándose,
Sólo
era la sombra de mujer sensata,
Tras
ser agitada por las pasiones
Y el fuego violento, que hurgó su entraña.
Fue el dolor del amor perdido
por el que se perdió en la niebla;
desorientada en el vapor de un nimbo
no volviendo a ver a quien tanto amor diera.
Se
volvió loca por culpa de ese amor,
Que generosa le ofreció entre la hierba,
Un amor que la llegó a hechizar;
Un amor que la llegó a hechizar;
Pues hasta las estrellas del cielo
Se
encendieron un poco más.
La
luna se cubrió con su perla escarlata
Y
sonrió al mundo de forma pícara.
No
era muy exigente la hechizada,
No
le importaba la edad ni el físico;
La hechizada,
quería que la miraran,
Mientras
su corazón por hábito, palpitaba.
Sus
ojos eran negros y profundos
Como
el negro abismo que rodeaba.
Si
alguien no miraba a la hechizada
Sus
mechones con ira se arrancaba.
¡Pobre
loca! ¡Pobre hechizada!
Por
buscar un mar sin arena y sin playa.
La hechizada, coleccionaba los cabellos
Que
apuñados a veces se arrancaba.
Es
cierto que reinaba en su locura,
Pero
a la luna y al sol, poco importaba.
Bajo los rayos dorados de la luna,
Danzaba siempre desnuda,
Bajo los rayos dorados de la luna,
Danzaba siempre desnuda,
Para
que los vientos jinetearan
En busca de
sueños de espuma.
Volviendo a la playa con la luz del día
con sus ilusiones renovadas,
con sus ilusiones renovadas,
Escribiendo
en la arena húmeda y fría
Mil y una vez,
que le amaran.
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