sábado, 1 de junio de 2019

La hechizada


 

 

La gente olvidó su nombre,

La llamaban la hechizada;

Hasta ella mismo dejó de saber

Como en realidad llamaba.

Era el producto de unir mil pedazos

En la persona que fue  mellada,

Y hecha añicos, como botella rota,

Quedando de  por vida estereotipada.

La hechizada, era una extraña ruina

Que iba a donde el viento la arrastraba;

¿Para qué saber un vulgar nombre

Si no tenía sentido lo que la identificaba?

Sabía mucho  del resentimiento del amor

Único responsable de su desgracia.

La hechizada fue transformándose,

Sólo era la  sombra de mujer sensata,

Tras ser agitada por las pasiones

 Y el fuego  violento, que hurgó  su entraña.

Fue  el dolor del amor perdido

por el que se perdió en la niebla;

desorientada en el vapor de un nimbo

no volviendo a ver  a quien tanto amor  diera.

Se volvió loca por culpa de ese amor,

Que generosa le ofreció entre la hierba,

Un amor que la llegó a hechizar;

Pues hasta las estrellas del cielo

Se encendieron un poco más.

La luna se cubrió con su perla escarlata

Y sonrió al mundo de forma pícara.

No era muy exigente la hechizada,

No le importaba la edad ni el físico;

La hechizada, quería que la  miraran,

Mientras su corazón por hábito, palpitaba.

Sus ojos eran negros y profundos

Como el negro abismo  que rodeaba.

Si alguien no miraba a  la hechizada

Sus mechones con ira se arrancaba.

¡Pobre loca!  ¡Pobre hechizada!

Por buscar un mar sin arena y sin playa.

La hechizada, coleccionaba los cabellos

Que apuñados  a veces se arrancaba.

Es cierto que reinaba en su  locura,

Pero a la luna y al sol, poco importaba.

Bajo los rayos dorados de la luna,


 Danzaba siempre desnuda,

Para que los vientos jinetearan

En busca de  sueños de espuma.

 Volviendo  a la playa  con la luz del día

con sus ilusiones renovadas,

Escribiendo en la  arena húmeda y fría

Mil y una vez, que le amaran.

 

 

 

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