jueves, 13 de junio de 2019

Así se formó el pueblo vikingo


Así se formó el pueblo vikingo

 



Al comienzo, sólo existía un gran abismo

Que se extendía hasta lo infinito del Septentrión;

Un país de nubes negras era el vikingo

Sin hálitos de vida, sin fulgor.

 


En su centro se hallaba una fuente

Con doce ríos glaciares de frio eterno;

El fuego invadía al  Meridión

Surcado por  lenguas de fuego

Que arrastraban ponzoñoso veneno.

 


Con el tiempo, se fue derramando  por el abismo;

Y cuando la ponzoña ganó solidez,

Una nórdica escarcha cual blanco  armiño

Se extendió con toda rapidez.
 

Luego,  el viento cálido del Sur sopló

Hasta convertir la escarcha en finas gotas;

De ellas  el primer habitante surgió al fin

El gigante Ymir, cabeza de progenie de los gigantes

Como el gran Bor, padre de Vili, Ve y Odín.
 

 

Pero la cordialidad en la familia no imperó

Y  declararon  una guerra, cruenta y feroz,

Los gigantes debían morir, y fueron aniquilados

En el fragor de los combates Ymir cayó.

 


Entonces los vencedores con su carne

Elaboraron el suelo terrestre;

 Las montañas de sus huesos,

Los mares surgieron de su sangre,

Y los árboles de sus cabellos.

 


Con su cráneo se dispuso la bóveda celeste

De la que prendieron encendidas saetas;

El fuego  meridional dio origen al sol, la luna,

Y todo lo que el firmamento hoy sujeta;

A lo que los dioses impusieron orden

Pues de ellos proceden  leyes y encomiendas. 

De la tierra comenzaron a salir larvas

  Hasta adquirir la fisonomía de enanos;

Incapaces de reproducirse por sí mismos;

Pero  consiguen reproducirse como humanos

Gracias a la bondad de los dioses divinos.

 


Para el joven mundo los dioses crearon  árboles

Y una exuberante vegetación.

 Y Odín otorgo el primer aliento,

A la primera pareja  que se formó. 

Ask, sería el hombre y la mujer Embla,

Henir,  regaló el alma y la razón,

Y Lodur,  la percepción de los  colores

Y la agradable sensación del calor.

 


 A la diosa Hel, se le concedió

la entrada del infierno,

Ayudada en la custodia

Por un iracundo perro.
 

Del frondoso  árbol primigenio

 Proceden todas personas,

Envueltos con los halos  del misterio

De la renaciente aurora.  

Entre los vikingos, latía el pálpito amargo

Del origen trágico de las cosas,

Similar a los terribles dolores del parto

Que el vientre maternal desgarra;

Provocando la primera luz

Y también el primer llanto.

 

 

 

 

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