"Reflexiones"
Un trocito de carne
Tu pecho, tus labios, tu puente de
Venus…
Cada trocito de piel te pertenece;
Toda tú, en su conjunto, forman tú
persona
Y tienes una vida para vivirla y disfrutarla;
Aunque para poder vivirla, se tiene que vender algo
Y por eso, nada pasa. Porque eso, es lo
normal.
Lo hace todo el mundo desde los
tiempos de Adán,
Entregar una parte de su cuerpo
A cambio normalmente para el sustento o una
efímera alegría.
Esa es la mercancía empleada en el mundo
laboral,
Que como especias para dar exquisitez
a las comidas
Se entregan por completo comercializando con ellas.
Pero hay personas que entregar su
cuerpo entero
Puede parecerle excesivo, o como mínimo
extenuante.
Y en vez de ofrecerse toda, ofrece un
trocito de su carne;
¿Pero entonces qué sucede?
Que eres merecedor de que te señalen
con el dedo.
Eres una prostituta, eres odiosa, en
definitiva mala persona.
Analicemos el caso: Muchos se venden
por completo
Y son considerados honrados y personas
de bien;
Mientras que el que vende un trocito
aislado de su cuerpo
Es un infame y está mal visto.
Dicho así, debería pensarse que es al
revés.
Porque siempre se ha dicho que, el más a más, suma.
Luego pasa que, si por ese simple
trocito te hace ganar más
¿Para que complicarse la vida con vanos esfuerzos?
Hay personas que después de entregarse
en cuerpo y alma,
Resulta que no les llega ni para el sustento,
Viéndose en la obligación de vender esa parte
Que tenía reservada sin sabe bien para qué, o para quién.
Intentándose tapar con ese tupido velo
Para al menos, pasar inadvertida y no señalen.
¿Pero acaso somos jueces divinos
Para poder decir lo que es bueno o es lo más justo?
Rotundamente no; Pero intentamos
meternos en esas funciones
Que deben juzgarse al final de nuestros
días.
Luego si existe un cielo, un limbo o
un infierno,
¡Ya llegaremos! No es preciso que nos
adelantemos
A ofrecer un veredicto que, sólo a Dios
pertenece.
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