jueves, 3 de junio de 2021

Manuel, el bizarro

 

Manuel, el bizarro

Tras saludarla, se movió inquieta

Quizá buscó un rincón apartado;

 En sus finos miembros de muñeca

Se reflejaba el ardor de sus labios.

Ella era Helena de Troya

Y yo, Manuel, el bizarro;

Quien tras la esquina se asoma

Y el que le sigue los pasos.

Los latidos se acrecientan

Y tembletean las manos;

Había miradas siniestras

Pululando en todo el barrio.

No debían vernos juntos;

Pero queríamos hablarnos;

Aunque fuese un minuto

Dentro de un confesionario.

Me apuntó todos sus dígitos

Y en la mente yo los guardo;

Igual que un sueño proscrito

Que da miedo el pronunciarlo.

Le dije que me atraía,

Igual que un cuerpo imantado,

¡Cuántas cosas más diría

Si un día acabase en mis brazos!

Tras decir esto, nos fuimos

Cada uno por su lado;

El problema es que no la he visto

Desde al menos hace un año.

Al día siguiente llamó,

Por casualidad, no estaba;

Y entonces ella creyó

Que deseaba olvidarla.

Pasaron cuatro largos días

Y de ella, no supe nada;

-¿Qué tal estás? ¡Qué alegría!

Dijo mientras la observaba.

-Hace tres años y un día

Que no nos vemos la cara;

Mientras ella repetía:

-¡Son cuatro días de nada!

 

 

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