viernes, 6 de diciembre de 2019

El chamarilero andante "La tribu profética"



El chamarilero andante
"La tribu Profética"






Todo este tiempo he vivido

con la familia a mi lado,

nunca estoy en sitio fijo,

compro objetos de anticuario.

Aprendí bien el oficio

que me enseñara el abuelo,

para ganarme el sustento

de estañador y chamarilero.

Compro monedas antiguas,

y artilugios de antaño,

que algunos coleccionistas

los pagan con buen agrado.

Doblones de plata y oro,

guineas, maravedíes, denarios,

herraduras de los godos

y hasta vasijas de barro.
 

La daga de un sultán moro

compré una vez en Barbastro,

por cierto que aún atesoro

dicho objeto extraordinario.

Por comprar hasta compré

aunque no soy docto en letras,

un incunable franciscano

cuya obra aún es inédita.

Atravesando Monfragüe,

y el verde valle del Jerte

donde los cerezos en flor

son a la vista un deleite.

El fastuosísimo Tietar

Paraíso de aves cantoras,

águilas linces jinetas…,

siendo el orgullo de España

esta tierra cenicienta.

Tan pronto estoy por Córdoba

como a orillas del Cantábrico,

sólo me limita el mar

pues pavor tengo a los barcos.

Desde siempre odié tanta agua

y nunca crucé el gran charco.

La tierra que yo pise

ha de ser llana y dura,

lo procuro en lo posible,

pues da vértigo la altura.

Volar en esos dirigibles

¡madre mía que locura!

me daría un miedo terrible

y temo  a la sepultura.
 
La vida siempre la amo

¡A la muerte siempre temo!

Mas no a lo que ello conlleva

sino por lo que en lo alto dejo.

Pues Esperanza y mis hijos

tendrían un futuro incierto,

ahora gozan de mis mimos

¿Qué harán después sin ellos?

¡Ay, del día en que me muera!

El cielo se derrumbará

haciéndome mil pedazos

como  quien rompe un cristal.

El día que yo me muera

quizá podáis recordar,

lo que fui hasta esa meta

meta de todos letal.

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