Decir
poema
Decir poema, es decir sonrisa perfumada,
La musa infinita que presta auxilio,
Las palabras que destilan nuestros sentimientos
Y que cuelgan como ofrendas del ser amado.
El poema es la esencia de la flor
La que penetra en el alma deslizándose como una
sierpe
Y de forma caprichosa, acepta los versos con
preguntas:
¿Cuál es el pozo de máxima oscuridad?
¿Cuál es la loba enfurecida por las picaduras del
enjambre?
El relámpago centellea con sus ojos claros
Mientras el alma desciende al fondo del abismo
Para enarbolar la verdad que hierve en las entrañas;
Luego, a paso de camello, contemplo el panorama
Como un auriga mágico consagrado al ardor;
Ya soy Pegaso, que conmovido por sus celos
Vuela tan lejos que llega hasta tus sueños
Para poder descorrer el velo del misterio
Que permite reencarnar al mito de la divina viña,
Donde fermentan millones de hazañas
Que reconstruyen el mundo interior
Comercializando con la sombría mente.
Dios perfumó el pecho para alegrar el corazón
Y todo su amor exhala la libertad del ciervo rojo.
La diosa de los mares caldea la playa de las
emociones
Y el pez, de negro alabastro, destruye la utopía del
verso.
Los poetas, no reconocen las fronteras,
Los hombres vulgares sí,
Y hasta colocan alambradas de espinos.
Yo le pregunto al árbol de quién es dueño,
El árbol me mira y me recuerda
Que es el fruto de la tormenta enfurecida,
Que cortaron sus piernas
Y sus muñones
se hincaron en la tierra
Avergonzados por el dios del trueno.
Mi país, es el cielo que me escucha,
Mi bandera, son
las gotas del rocío en mi cara,
Y mi amor, son los ojos de una cierva
Que permanece a la sombra del bazar
Comercializando con su cuerpo un poco cada día,
Y de tanto poco y poco,
Se llenan los autobuses y los tranvías.
A menudo se lucha contra el hormigón
Por no dejar crecer la hierba salvaje;
Pero ya te puedes volver loco produciendo el verde,
Cuando existe una multitud de ojos como puntas de
flecha
Pidiendo y pidiendo, se forme una guerra mundial.
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