Cuando
las penas
se recogen con rastrillos
De niño, cuando llovía,
Me asomaba por la ventana
Y el sonido producido en los cristales
Me parecía toda una sinfonía,
Y observándola, perdía la noción del tiempo.
Mi ropa permanecía seca,
Sin embargo, en las calles todavía de tierra,
Se producían charcos color chocolate.
De niño, los ojos estaban en mis manos
Y siempre los labios estaban dispuestos a los besos,
Con ese frescor que iguala a las flores de la
primavera,
Cuya brisa, refrescaba mi cara con su dulce
acordeón,
Los rincones oscuros eran espejos del cielo.
En las aldeas vecinas se oía el arrullo de la
tórtola
Y el canto de los mirlos indicaba su profundidad,
La piel respiraba paz
Mientras el espacio se desplegaba
Mostrando el verdadero significado del trigal.
¿Ves? No me olvido de las horas vivas
Ni de la oración que recitaba cada noche
Capaz por sí solas de provocar mareas.
Ahora, la nostalgia se conserva en mis ojos
Y las heridas del alma antes superficiales,
Son profundas,
Pues las penas se acumulan
Pudiéndose recoger con rastrillos,
El aleteo del cuervo consagra las noches frías
Y las tardes, son menos azules
Cuando los lamentos se funden con el alma.
De niño, me gustaba pasear por los bosques de hayas
Y la ribera
del río era un clamor de trinos.
Ahora, las estrellas y las flores se precipitan al abismo
Cada vez que pronuncio el nombre de una mujer;
Pues por culpa de un amor desenfrenado,
Mi corazón se agita a ritmo de tambor.
De niño, se podía beber en las fuentes,
Ahora, ninguna es potable por culpa de la
contaminación.
Quizá sea normal que esos recuerdos crezcan con
vigor
Y que los mástiles de los veleros de infancia
Lleguen a soñar con lo eterno
Pues los pájaros encontraban el horizonte
Y el sol se estancaba en mi pecho.
Ahora, después de medio siglo
Creo que llega la hora de mi reconocimiento,
De que los mástiles, sean islas que invitan al
naufragio,
Pues embriagado por tantos ayunos
Y tantas estrellas fugaces,
Me aguarda la dicha de la hiena
Pisoteando la piedra añosa,
Que priva del amor con su risa ramplona.
Venus aparece en el cielo y las luciérnagas
Encienden las orillas del río
Donde se tañen los silencios.
La verdad es cristalina como el agua de la fuente
Con ella, cualquier discusión es imposible,
Pues los sentimientos,
No deben nunca luchar contra sí.