Tras
un largo silencio
Estaba tan fatigado y hundido,
Que mi espíritu, necesitaba tomar aliento;
Ahora, las riendas de la Musa que cabalgaba
Clavando espuelas en los flancos del alma,
Destila los pensamientos sublimes
De antiquísimos misterios
Que servían de inspiración poética.
La esencia extraordinaria
Se inicia nuevamente cuando algo se acaba.
La inteligencia laica se disuelve
En el bálsamo
de la verdad,
Cuya matriz
oscura y desnuda de teorías,
Da forma a
los pensamientos
Enjaulados en el latente corazón.
La mente tiene la profundidad del océano,
Y alas que, a veces, nos hace volar lejos,
Unas veces, a fiestas donde el bullicio embriaga
Como insectos enloquecidos
Por los aromas de la miel.
No se puede profetizar sobre lo oscuro
Ni sobre las cenizas blancas,
Quizás, sí se puede descifrar,
Los aromas del jazmín laureado
Tras la última lluvia.
El inocente cuerpo poeta
Vuelve a respirar al fin.
He encontrado un lápiz y un papel
Y la inspiración, sombría como el interior de una
nuez,
Gana la batalla al ritual de la rutina;
El jazmín perfuma el pecho
Condicionando la libertad para hacer promesas.
Lo que se trataba era la de recobrar el ánimo
Encontrando la justa
balanza
Con la que se pesan los mares,
A la vez de la bengala
Que ilumina la bóveda de la playa con olor a
sándalo.
El tiempo destruye los altos muros
Porque conoce los principios de la vida;
La sabiduría y el Karma espiritual,
Por más que la razón proteste,
Siempre habrá alguna aguja e hilo que sirva
Para coser un descosido.
Como también se encontrará al pájaro del bosque
Que te hablará de la razón de lo pequeño,
Aunque sea con voz asilvestrada.
Los hombres como los poetas,
Dudamos de las habilidades del abejorro,
Porque a veces, se ahorcan
Con las ardientes cuerdas del relámpago.
Comienza la gentil primavera
Con sus juegos florales,
Y con ella, los breves pasatiempos
Que sirven para recobrar el amor,
Reconociendo la sabiduría de los montes
Y sintiendo el latir de las estrellas.
Haciendo levantar el alma
A la vez que las persianas del balcón,
Para ver el vuelo de las águilas,
Embrujadas por su éxtasis profundo.
Al fin hallé el remedio
Para saciar la sed de mi boca,
Rompiendo así las lucientes cadenas
Que sellaban mis quebrados labios.
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