No
quiero ese infierno
Aunque pueda llevarme a la gloria
Llegó la hora de decir ¡Basta!
Basta de presuntuosas y engreídas;
De nadar en piscinas sin fondo digo
¡Basta!
De lo contrario, me ahogaré al no
hacer pie.
Ya sólo me quedan fuerzas
Para flotar como el corcho de una caña
de pesca
Al que consumieron el cebo de su
anzuelo sin darme cuenta
Teniendo ya la batalla perdida de
capturar algún pez.
¿Por qué a quién se le puede ocurrir
Morder un áncora de reluciente acero?
Si, los peces tienen poca memoria;
pero yo, sí la tengo y me acuerdo.
Por eso digo ¡Basta!
Basta, de ver montañas inalcanzables,
Basta, de ver nubes rosas en el cielo,
Basta, de ser pescadilla que se muerde
la cola
Recorriendo su círculo vicioso;
Basta de consumirme a mí mismo.
Basta, de conquistar chacales y buitres
de ojos negros
Cuya mirada te consume como el fuego.
Basta, de seguir con la mirada de niño
asustado,
Basta, de jugar a un juego en el que
siempre se pierde;
Si el horizonte se cierra para mí con
cúmulos grises
Y la negra incertidumbre en mí se
estanca,
Escupiré los sapos y culebras que a desgana
tragué;
Pues con el estómago vacío, quizá sea
más feliz
Que hacer una pesada digestión.
Produciendo únicamente espantosas bilis,
Y hedores gases de metano.
No puedo estar en Nueva York,
Y pretender ir a cenar a París,
Esa clase de vuelos y cenas son muy
caras.
Mi dinero se agotó por satisfacer
caprichos tontos,
Por todo ello digo ¡Basta!
Lo único que ahora aspiro es a estar tranquilo;
No quiero musas que se levantan la
falda
Para conseguir imposibles;
No quiero ese infierno
aunque pueda llevarme a la gloria
El embravecido mar que rodea mi isla
está en calma,
Aunque simplemente sea una isla
solitaria.
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