El
empírico triunfo
Para alcanzar el empírico triunfo
Hay que persistir; Aunque te arranquen
la piel a tiras,
Sabiendo que lo has hecho de corazón;
Pero el triunfo, sólo se logra a veces,
Quizá, después de muchos tropiezos y
hacerte daño;
Pero ese dolor infringido a tu débil
carne
Da fortaleza a tu sufrido espíritu
vencedor.
Los hilos de la suerte, son los resortes
que hacen
Mover de forma mecánica los brazos y
las piernas
De esa marioneta en la que acabamos
convirtiéndonos.
Pero cabe preguntarse: ¿vale la pena?
Para los apasionados del triunfo,
seguro dirán que sí;
Para los que se creyeron un día
invencibles,
Lo más probable es que digan que no;
Pues el triunfo, es esa voraz termita
Que roe sin descanso tú tiempo.
Y el tiempo de una vida humana
Es tan sumamente corto, que, casi
siempre,
No te da tiempo de disfrutar de dicho
triunfo.
En la mayoría de los casos, el triunfo
Se presenta una vez que ya estás
muerto;
Y entonces, es como si no te sirviese
para nada.
¡Qué buena persona era!
¡Qué
prodigiosa era su imaginación!
Ahora, en vez de ser, se convierte en
era.
Te conviertes en suma en el átomo de
una mota de polvo
Vagando errante por el espacio etéreo.
¿A caso tiene memoria un átomo de
polvo?
¿Goza de los ecos sonoros de unas entrañables
palabras
Dichas en el mejor de los casos a
título póstumo?
Siempre hay que sembrar las
semillas en tierras fértiles
Para que puedan florecer sus frutos,
Y los frutos del triunfo, llegan al
recoger la cosecha.
Si será una cosecha buena, regular o
mala,
El único capaz de saberlo de antemano
es Dios.
Y yo, como Cristo dijo el día de su crucifixión:
“ A Dios encomiendo mi espíritu”
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