“La
diosa del río
ahogada
en la noche”
“Rima
libre”
Me siento como el perro al que robaron su hueso;
Y ahora, adormecido por la cicuta
traicionera,
Voy tropezando con los adoquines
De esta selva diabólica a la que
llaman ciudad.
Lo peor, es que fue a manos de un
ángel,
Cuya vida interior censura el beso en
la frente;
Fallezco en el intento de cazar el
viento
Mientras mi corazón mitiga la sombra
de amapolas.
Más allá del horizonte tembloso
Donde habita la luz madrugadora,
Hermana de la primavera y de la lluvia;
Mi corazón masacrado por la simpleza
de la vida
Se desnuda ante las sombras sonámbulas,
Donde se ahogan los cisnes de ancho
pecho,
Digiriendo la derrota con el lenguaje
de los signos.
Mi mano diestra se pincha con las
espinas de la eriza en celo,
Y esa mano, es la que empleé para
escribir
El poema: “La diosa del río ahogada en la noche”
Donde los místicos ensueños exhalan
Las últimas fragancias de las violetas
moribundas.
La perla perfumada del alma alza su
faz
Sobre las blancas estrellas con las
que se ciñen las coronas
Del amor adormecido en sus auras;
Lejos de los látigos del último
tormento.
Con la sombra de mi alma se hace la
tinta
Con la que a diario escribo. Y la
risa, es ese dirigible
Que flota sobre las hojas en blanco
del cuaderno
Perdiendo el cálculo del destino gris,
Para dar al mundo el calor con sus
rayos amarillos,
Los cuales, profanan los hímenes de
las rosas vírgenes
Cuyos pétalos prostituidos, lloran ante las puertas
del crepúsculo.
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