Vislumbrando
nuestra meta final
II
El planeta roído por el ratón de campo,
Nos lleva hasta la oscura zarza
Donde los monstruos emergen de sus ciénagas,
Para enterrar a los hombres en su valle de silencio.
El problema es que cuando llega ese momento
No queda nadie para poderlo enterrar
Porque los vagones de los trenes viajan vacíos
Recorriendo las estaciones sin pasajero alguno;
Porque todos se quedaron dormidos
En el oscuro túnel de las tinieblas del alma.
Entonces, ya nada hay que pensar;
Las promesas de amor se vacían en los arroyos;
Y los arroyos, vierten sus sueños febriles
En el mar de la
contemplación;
Quedando un vacío mental, de esperanza y de fe;
Pues los relámpagos invernales
Indican el grado de agonía,
En el jardín donde todo nace
Y todo muere al mismo tiempo.
Hay un tiempo para la noche
Y un tiempo para la estrella;
Hay un tiempo para adorar a los dioses
Y otro tiempo para las pompas fúnebres;
Un tiempo para odiar las olas
Y otro, para oírlas estallar con los rugidos del mar,
Donde flotan los náufragos como peces hinchados
Destrozados por su otoño abisal,
Sin dar
cabida a las plegarias o los rezos,
Pues el sufrimiento, es ajeno a los errores
Que se puedan cometer a lo largo del tiempo.
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