Flores eternas
"Rima libre"
En el atardecer de un día gris, propio
de otoño,
Creí ver la imagen de la diosa del
amor;
Apetecible a los hombres y a los que
no lo son tanto.
Su serenísima majestad, idolatrada con mitra de oro,
Ante la que se inclinan los deleites
de los sentidos,
Embelesados por el arrobamiento de su
espíritu.
Le invité al festín de mi carne y
huesos;
Pero aquella reina de la belleza y
simpatía,
Evocadora de la pureza de los ángeles
caídos,
Arrugó el rostro escavando en la
helada oscuridad
Para encontrar la dulzura metafísica
de las estrellas,
Momias con arrope de sauco, titilando
en los elixires etéreos.
Mi amor audaz, encontró la respuesta
de la perfecta Nada,
Adentrándose en la inteligencia que
alimenta su fuego.
La cosa es que, el mundo púrpura, se
traiciona
Con los gestos descafeinados de su
vanidad;
Hechicera de un sueño consagrado a lo
que fuimos,
Es decir: pólvora mojada de un amor fracasado,
Que aún todavía, reclama su parte
sabiendo que:
El amor jamás volverá a cerrar la
herida lacerante.
Imploro al horror gélido y a la vez estúpido
Del desnudo arroyo que arrastra los
viejos caos,
Junto
a las pasiones encerradas en la estrella de la falsedad.
Puedo reír y jugar con la angustia de las falsas pasiones
Incitadas a burlarse de mi amor pétreo,
Donde falló el camino que guiaba a los
tesoros dignos,
Y el desprecio corona el desdén de la risa,
Burlándose de la amarillenta aureola de
la divinidad,
Apropiándose del resplandor soberbio del
sol.
La lluvia penetra en el oscuro
misterio de la noche
Después de caer vencido trastabillado por su anarquía,
Donde las lágrimas inocentes desgasta
el espíritu
Rebelando la conquista del firmamento;
Y la tierra alza la cabeza con
desesperación,
Buscando el brillo de las jóvenes
vírgenes
Esclavizadas a ser flores eternas,
Pese a no tener el aliento metálico
Que fluye por las arterias
enrojeciendo la cara;
Pero al final, las pezuñas del diablo
Machacan los disfraces que engalanan
al amor;
Ese cárdeno cordero que se siente devorado
Y que el viento azota hasta
convertirlo en escoria,
Tras doblar la esquina amorfa de los recuerdos
Donde se oyen los desgarradores gritos ¡hoy eres nadie!
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