La
gota de rocío por la hoja fresca
Dices que no quieres más conquistas,
Que ya has conquistado todo;
Sin embargo, hasta para ir a comprar el pan
Te engalanas y te pintas los labios.
En el fondo, aún no te has cansado
De que los hombres sigan admirándote y digan
piropos,
Que es el primer paso para poder conquistarte.
Tu cuerpo está saciado de conquistas;
Pero tu alma se revela cada día:
Contra eso, te ves impotente.
No existe el divorcio entre el cuerpo y alma,
Siendo tu alma, la que siempre sale vencedora.
Quizá es la madre naturaleza la que envejece y equivoca,
Pues tú, eres como la flor que pese a permanecer en el barro,
Mantiene limpios sus pétalos,
El barro es tu lecho, convives con él;
Pero tu espíritu abrumador
Supera a tus sienes, tus pechos, y el bamboleo
De tus caderas cuando caminas.
Las cadenas se rompen,
Parecen eslabones de
plastilina;
Pero son tus
ojos los que se ven prisioneros,
Como esa ave loca que no desea abandonar su nido.
Sus alas se agitan en vano, son pájaros presos
De una constelación de ojos mundanos.
Quieres ser tigre y águila a la vez
Para dominar la tierra y el cielo.
Los relojes pueden olvidarse
Y desde tu
luz,
Hacer colapsar las constelaciones;
Pero tu cuerpo se desnuda y abre al mundo
Como las puertas de un templo con columnas de oro.
Tú eres la flor central del ramo otorgado a los dioses,
Más tu juventud florida,
Se inclina ante los vientos dominantes:
Y en ese torbellino de emociones te mueves cada día.
Todo mi espíritu y mi aliento corren hacia ti;
Pero tu rosa es celeste y todos la ambicionan;
Ello provoca una sima entre los dos;
Los pájaros chocan contra el cielo.
La lágrima, por postrera que sea
Desciende por tus mejillas
Como cae rodando la gota de rocío por la hoja fresca;
Sólo espero que duermas, y en sueños
Agradezcas mi sombra y mi consuelo.
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