El
renacer de las mariposas del alma
He notado que, los más osados,
Esperan el día con las pasiones del pasado,
Esas que engendran promesas como compañía.
El viento sopla silencios imperdonables,
Como si estuvieran enamorados de la tormenta;
¿Se puede vivir con osadía
Mirando a la vida con ojos grises?
La felicidad flota como una pompa de jabón
Y antes
de estallar o se desplome,
Va al encuentro del universo entero,
En un delirio de unir corazones;
Pero me temo que,
Las almas se
oxidan a la velocidad del hierro,
De ese modo, las almas,
Bailan al compás de las hojas amarillentas del otoño;
La luz de los ojos brilla como velas,
Más las lágrimas de esos ojos
Convierten en juguetes,
Siendo flor herida por la multitud pétrea.
La vida, muestra su guadaña de acero
Para
asustarnos a cada paso.
Ya nadie discute el sentido de la vida,
Por eso, se le
deja rodar con pensamientos de luna;
El cielo embriaga nuestros pensamientos,
Esperando la perfecta felicidad
Bajo el sol de Calígula.
Lo bueno y lo malo se mezclan
Formando nuevos colores de conciencias.
Todos pagamos un alto precio
Por reclamar la verdad,
Mas la verdad,
sólo canta en el prado
Al compás del arpa de la lluvia,
Sólo es menester que el corazón preste atención.
Yo, alguna vez anduve por el prado
Y la lluvia purificó mi cara;
Por eso, hoy,
Llevo en mi frente algo de eternidad,
Y que para mucha gente,
Como cuervos arrogantes,
No la han de saber apreciar.
No existen olas mágicas
Sólo silencios mágicos,
Y estruendos voluptuosos
Que hacen renacer
la mariposa del alma.
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