jueves, 12 de mayo de 2022

Los naipes del diablo

 

Los naipes del diablo


Los diablos, andan por la tierra

Dando saltos de alegría como los grillos;

Luego, acuden de público a los teatros de la vida

Para reírse de todas sus parodias,

Colocando en su balanza

Las infructuosas misiones de los ángeles,

Burlándose de su justicia,  su bendición y amparo.

 


El culpable dice, ser del infinito hastío

De la mujer hermosa,

A la cual, tras envolverla con su capa roja

Desprende fuego de sus ojos carmesí.

El Romeo, chupa la médula de su Julieta,

Y con vocablo rudo,

Reniega de la música de sus cabellos

Y de la armonía de su flor,

Formando un bacanal de niebla y espíritus

Que vuelan por el aquilón del trueno,

Donde todas las pasiones del mundo

Se inmortalizan con su deslumbradora verborrea

Y genio indómito.



 

Los bramidos del caballo apocalíptico

Galopando por las praderas de oro,

Encuentra  la luz del Dios,

Que sustenta  el estómago de los hombres;

Con  su inteligencia osada,

Quizá ignorando el holocausto del universo.

Los jueces, crecen con rabos y cuernos

Y con su fétido aliento mueven las olas del mar.

El jinete de alas púrpuras

Parece  un gigante cuyos brazos

Abarcan las nubes con su feliz fantasía;

Hasta robar el añil del ocaso

Con sus lágrimas de fuego.

 


La fama que el hombre soñó,

Traspira por sus pupilas

Convirtiendo la vida

En una fábrica de mentiras celosas.

Más cuando el filósofo guerrero

Con su vaporosa sombra,

Fija su amarillenta mano sobre la piel

De la esfinge amorosa,

Le invita a mordisquear la manzana

Mientras pasean alegres 

Por los gloriosos jardines del Edén.

 

La Humanidad libra batallas contra el diablo

Ignorando que quizá,

Ya todos tenemos su germen de malicia mundana.

Alguna hermosa corona colocamos en la frente;

Pero esta, al igual que la gloria,

Desfalleció por las volutas de su hoguera,

Convirtiendo el corazón en cieno y ruido.

El  sueño, se  lubricó  con savia de acacia

Hasta reposar  en el corazón histérico,

Rompiendo las barreras de la vida  soñada.

Las lágrimas insultan a los ojos de los adanes,

Entonces, la verdad huye

Y nosotros, fieles siervos,

Quedamos prisioneros ante la fatalidad impía,

Volando con alas de olvido

Hasta alcanzar la serpiente regocijada con su céfiro.



 

Así, entre aplausos  y carcajadas,

Este indeseado huésped

Ocupa butaca en el teatro de la vida;

Convirtiendo el pecado venial

En inmortal querella,

Para ahogar la galaxia con su fétido aliento.


Los  naipes, ya están repartidos

Y ninguna otra mano puede ganar

A su escalera de color.

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