Encadenado
a los malos recuerdos
Los
malos recuerdos quiebran
Las tiernas ramas del árbol de la vida;
El amor se ofrece trémulo y cruel
Llenando el reloj de horas tristes.
Los ojos del dolor tatúan
Las mañanas con su tinte invisible;
El sol sale todas las mañanas;
Pero el espejo refleja su violencia de fuego;
Mientras que el corazón,
Extraña los flecos desprendidos del amor
Abrasados por el espeso sueño de la incertidumbre.
El corazón viaja por galaxias de incomprensión
Buscando la estrella que un día iluminó mi
despertar.
Hoy persigo la inútil realidad
De los buenos recuerdos
Que yacen a la sombra del presumido ciprés;
Ese que te invita a rezar a Dios
Con todos sus enigmas.
Las raíces de los malos recuerdos son profundas
Y sus ramas, infestadas de nidos de procesionarias,
Envejecen ante el huracán de la indiferencia;
Pues las letras de las canciones alegres
Son notas negras en el pentagrama emocional.
Los malos momentos hacen oídos sordos
Para hacer extraviar aquellos momentos
En que la sonrisa dibujaba el rostro,
Y los brindis, avivaban el fulgor de la alegría.
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