Donde
los espacios se desorbitan
“Rima
libre”
Aprovechando la soledad de este
momento
Donde los espacios se desorbitan,
Y hacen sentir más pequeño que la abeja
que zumba
Entre los gladiolos, geranios y budleyas del jardín;
Me tomo la licencia de adentrarme en
las praderas del alma
Donde los suspiros de la felicidad
melancólica
Campan a sus anchas con sus látigos de
fuego.
Encuentro la entrada de sus
ensortijados laberintos
Donde en más de una ocasión,
confundido, me perdí.
Aún permanecen las huellas profundas que encaminan al lazo,
Que la susurrante voz preparó al detalle.
Una voz que todavía gravita en su
espacio etéreo.
Y mi corazón ardiente palpitaba al
ritmo de sus guiños.
¡Ahora ven! ¡Ahora vete! ¡Ahora
calla…!
Porque nada de lo dicho se ha
pronunciado;
Porque nada de lo hecho ha sucedido.
Tú sólo eres una sombra cuyo espíritu
errático
Obedece los mandatos de los réquiems
de una orquesta
Que nunca utilizó pianos, ni violines ni arpas.
Todo será un sueño, una alucinación,
un espejismo.
Sin embargo, en mi cerebro aún se
conservan
Sus armoniosos y sublimes acordes.
Se ha tenido que vestir el día de
riguroso luto
Para hallar tú presencia incestuosa,
Pues esta, permanece en el arrobo de
las flores.
Cualquier rama u hoja que tiembla o se
agita
Lo hacen por la inercia de tu vivo
recuerdo.
Estoy pasando por la misma senda donde
un día pasé,
Todo en mí es un círculo vicioso,
Donde después de aparecer la más brillante y encantadora estrella
A continuación, aparecen unas
horribles sombras
Que deambulan como muertos vivientes.
Porque se puede estar vivo y ser un
vegetal,
Porque se puede estar muerto y seguir
recordando…
Mis huesos chasquean y mis atrofiadas
mandíbulas
Rumian el dulce beso que se evaporó en el
trigal;
Y los gemidos guturales, quedaron
estampados en las piedras
Como si fuesen fósiles del Pleistoceno.
Hasta el castillo medieval parece
flotar sobre la bruma
Y las chicharras expanden sus monótonos chasquidos
Hasta llegar a mis labios humedecidos
Por la alocada emoción.
Cabe preguntarse si volverá el
lirio a florecer
en su natal ribera,
O si el rododendro altivo, tendrá
nuevas ansias de conquista.
Como cabe también preguntarse si los
afilados cuchillos
De la codicia supina, penetrarán en
otras carnes fogosas,
Que como sagrados evangelios aceptarán
su ley.
El sol derrama sus lágrimas de amor
Surcando las mejillas del impaciente
amante
Que no supo encontrar a tiempo la
salida;
O que aceptó su jaula de oro como mal
menor.
Mientras los nimbos del placer danzan
en el crepúsculo;
Quizá murmurando un lánguido adiós
O un efusivo ¡hasta mañana!
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