Sólo
yo, y mi aliento.
Hay quien tiene tan poco, que
prácticamente
Es sólo él y su aliento;
Pero se conoce bien, y sabe como se siente
En cualquier lugar, en cualquier
momento.
Aprecia el aire que respira,
La sedosa mano del viento,
La seductora caricia del sol del atardecer,
La perfumada sombra del álamo,
Y el canto de las aves, son himnos
De júbilo y alegría en el intrincado
bosque.
Todo lo percibe y da un valor añadido:
Desde el trueno que ruje en la
tormenta
Hasta el transcurrir apacible del río,
Lamiendo con su lengua cristalina
Su lecho de cantos rodados.
Se conforma con lo que tiene a su
alrededor
Con ese espíritu regalado que no cobra
intereses
Por los favores prestados.
Mientras otros, se desgañitan por ser
oídos,
Para tener un plus de atención,
Para obtener un puesto bien remunerado,
Para luego, ser el fanal del puerto
Con los que la mayoría quieren
guiarse.
Sin embargo, desconocen el norte,
Porque nunca repararon en las
estrellas
Y confunden los astros,
Creyendo que Venus es una estrella,
Ignorando que no tiene luz propia,
Al igual que el resto de los satélites
Que orbitan alrededor del astro rey.
Pero incluso con esta magna confusión
Se creen ser los reyes del universo;
Así lo creen porque pueden acaparar
Un puñado de cosas que, al fin y al
cabo,
Son perecederas baratijas
Deslumbrando con sus falsos quilates.
Hay quien su vida gira sobre el
cemento
Que puede acumular en su mansión:
A más cemento, más mansión,
A más mansión, más envidia,
A más envidia, más conflictos civiles,
A más conflictos civiles, más guerras,
A más guerras, más hambrunas,
A más hambrunas, más muertes,
A más muertes, más desiertos,
A más desiertos, menos agua,
A menos agua, menos flor,
A menos flor, menos amor,
A menos amor, más infidelidad,
A más infidelidad, menos cielo,
A menos cielo, más infierno
A más infierno, menos vida,
A menos vida…
Sólo
yo... y mi aliento.
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