miércoles, 18 de agosto de 2021

¿La llamo o no la llamo? Relato

 

“Relato”

¿La llamo, o no la llamo?

I




Me encuentro en el endiablado dilema de si llamarla o no. Ya que,

 quedamos en que era mejor no hacerlo

para evitar incómodas reacciones de los que conviven con  ella. Pues el

 teléfono, a veces, es muy alcahuete.

Y por tanto, debo esperar impasible a que sea ella 

quien tome la iniciativa.

Más el tiempo, se alarga más de lo debido. Y con esta incertidumbre, cada vez se me hace más penoso resistir a la tentación de entablar diálogo.

¡La tengo tan lejos! ¡Y a la vez tan cercana!

Que mirando la cajita mágica, que me cabe en el bolsillo,

Yo mismo me recrimino por no hacerlo;

Porque en el fondo, ¡soy un cobarde y tengo miedo!

Algo que puede  parecer chocante en alguien como yo,

Que ni teme a la noche oscura plagada de misterios;

Así como tampoco  a las traicioneras serpientes,  

arañas vengativas, a  camicaces  escorpiones…

Quizá al considerar que es peor enfrentarse 

al lenguaje de unos gestos  que tan sólo puedes imaginar

Tal  si se tratase de los títeres de unas sombras chinescas.

Como también es peor no percibir los destellos de unos ojos

 amados, queridos, y deseados.

Que observar la mirada de mármol de la danza macabra de una cobra;

Pero el cielo, con su luminiscencia azul  añil ahí está.

 Sé que está para mí y puedo sentirlo;

Aunque no sea más que retorciéndose 

en la plastilina rosa de su orgullo.

El problema estriba en  que no sé encontrar el punto medio

Entre la fría grosería y la enigmática altivez;

Pero alguna solución tiene que haber

Para dos almas que se reconfortan al encontrarse,

Aunque luego, al separarse, parezca como si no hubiese  existido el

 diálogo que estrecha sus puntos de unión;

Y que todo sea el fruto falaz  de la alucinación narcótica de una

 mentalidad senil.

La cuerda del sentimiento ya está en completa tensión.

Y sólo cabe esperar a que se rompa.

Quizá deba ser yo  quien  quiebre la palabra dada;

Y acuda al socorro de la cajita mágica;

sabedor  que eso, sólo será un pecado venial

Dentro de la hoya a presión donde se cuecen 

todos los pecados mortales de los espíritus libres,

Y que en su jauría, saldrían a flote,

 como  vapores sulfurosos emanados de su fogosa cocción.

Quizá me arriesgue con ello a perderla de la peor manera;

Pero al menos, mi corazón, si no mi cerebro,

Podrán tomarse un merecido descanso,

Dejando atrás a la agobiante tortura de no saber qué hacer.

¡Ring…! ¡Ring…! ¡Ring…!

¡Lo hice! ¿Qué  pasará…?

Si soy un inoportuno, temo sea recibido

 con un coctel explosivo de desilusión y lágrimas;

Aunque también cabe la posibilidad, de ser obsequiado con una

 bandeja de plata portadora de las arras de oro.

Dentro de poco, si Dios lo quiere,  se despajaran mis dudas. 

II


 

La he llamado; Pero iría inmersa con su música.

Siempre lo hace mientras pasea.

Iluso de mí, esperé a que me devolviera la llamada;

Pero al parecer, yo no era de su interés.

Acepto mi derrota ¡como tantas veces!

¿Me arrepiento?

Un vacío negro como una cueva profunda

 me impide sacar una conclusión.

Aunque si se decide a llamarme, pienso que 

probablemente lo haga en otro momento, 

después de rumiar sabiamente su decisión.

Quizá tengan que converger varios factores

Para que su estado de ánimo,

 se encienda como una lámpara de neón y

 le haga ver la luz con su fosforescencia melancólica.

Yo mientras tanto, sigo apostado en este lago solitario

 contemplando los grises amaneceres que me ofrece la vida.

 Hoy la he visto paseando mientras conducía.

Me quedo con su efusivo saludo. Ventanal abierto

Donde penetran los rayos de la esperanza.

¡Qué pena no haber podido parar en medio de la carretera!

Es mucho el tráfico que me seguía y podía provocar algún accidente.

“Quien la sigue, la consigue” Es sólo un dicho, que no tiene porque

 repetirse siempre. Y menos, tratándose de una mujer difícil.

Nada habituada a sobresaltos, porque su vida transcurre

 tan plana, como una ola del mar en calma.

Aunque cabe esperar que, en cualquier momento pueda desatarse la

  salvaje tormenta, capaz de zarandear a todos los bajeles 

insuflados con los vientos de pasión.

Aunque también cabe la posibilidad que, todos mis esfuerzos, 

caigan en un pozo sin fondo

 quedando para siempre en el extravagante e insondable olvido.

Pues a lo mejor, ella se encuentra a gusto tal  como está;

 Y  por tanto, sea feliz a su manera,

Sabedora de que es deseada; Y que esos deseos, 

espera  sean cumplidos junto a mí en la otra vida.

De ser así, nada habrá sido en vano. Pues la otra vida,

Dura una Eternidad, cuando la presente, 

es un valle de lágrimas que, los soldados del viento,

 forzosamente tenemos que atravesar.

 

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