“Relato”
¿La llamo, o no la llamo?
I
Me encuentro en el endiablado dilema de si llamarla o no. Ya que,
quedamos en que era mejor no hacerlo
para evitar incómodas reacciones de los que conviven con ella. Pues el
teléfono,
a veces, es muy alcahuete.
Y por tanto, debo esperar impasible a que sea ella
quien tome la iniciativa.
Más el tiempo, se alarga más de lo debido. Y con esta incertidumbre, cada vez se me hace más penoso resistir a la tentación de entablar diálogo.
¡La tengo tan lejos! ¡Y a la vez tan
cercana!
Que mirando la cajita mágica, que me
cabe en el bolsillo,
Yo mismo me recrimino por no hacerlo;
Porque en el fondo, ¡soy un cobarde y
tengo miedo!
Algo que puede parecer chocante en alguien como yo,
Que ni teme a la noche oscura plagada
de misterios;
Así como tampoco a las traicioneras serpientes,
arañas vengativas, a camicaces escorpiones…
Quizá al considerar que es peor enfrentarse
al lenguaje de unos gestos que
tan sólo puedes imaginar
Tal si se tratase de los títeres de unas sombras
chinescas.
Como también es peor no percibir los destellos de unos ojos
amados, queridos, y deseados.
Que observar la mirada de mármol de la
danza macabra de una cobra;
Pero el cielo, con su luminiscencia azul
añil ahí está.
Sé que está para mí y puedo sentirlo;
Aunque no sea más que retorciéndose
en
la plastilina rosa de su orgullo.
El problema estriba en que no sé encontrar el punto medio
Entre la fría grosería y la enigmática
altivez;
Pero alguna solución tiene que haber
Para dos almas que se reconfortan al
encontrarse,
Aunque luego, al separarse, parezca como si no hubiese existido el
diálogo que
estrecha sus puntos de unión;
Y que todo sea el fruto falaz de la alucinación narcótica de una
mentalidad senil.
La cuerda del sentimiento ya está en
completa tensión.
Y sólo cabe esperar a que se rompa.
Quizá deba ser yo quien quiebre la palabra dada;
Y acuda al socorro de la cajita
mágica;
sabedor que eso, sólo será un pecado venial
Dentro de la hoya a presión donde se cuecen
todos los pecados mortales de los espíritus libres,
Y que en su jauría, saldrían a flote,
como vapores sulfurosos emanados de su fogosa
cocción.
Quizá me arriesgue con ello a perderla
de la peor manera;
Pero al menos, mi corazón, si no mi
cerebro,
Podrán tomarse un merecido descanso,
Dejando atrás a la agobiante tortura
de no saber qué hacer.
¡Ring…! ¡Ring…! ¡Ring…!
¡Lo hice! ¿Qué pasará…?
Si soy un inoportuno, temo sea recibido
con un coctel explosivo de desilusión y lágrimas;
Aunque también cabe la posibilidad, de ser obsequiado con una
bandeja de plata portadora de las arras de oro.
Dentro de poco, si Dios lo quiere, se despajaran mis dudas.
II
La he llamado; Pero iría inmersa con
su música.
Siempre lo hace mientras pasea.
Iluso de mí, esperé a que me
devolviera la llamada;
Pero al parecer, yo no era de su
interés.
Acepto mi derrota ¡como tantas veces!
¿Me arrepiento?
Un vacío negro como una cueva profunda
me impide sacar una conclusión.
Aunque si se decide a llamarme, pienso que
probablemente lo haga en otro momento,
después de rumiar sabiamente su decisión.
Quizá tengan que converger varios
factores
Para que su estado de ánimo,
se encienda como una lámpara de neón y
le haga ver la luz con su fosforescencia
melancólica.
Yo mientras tanto, sigo apostado en este lago solitario
contemplando los grises amaneceres que me ofrece la vida.
Hoy la he visto paseando mientras conducía.
Me quedo con su efusivo saludo.
Ventanal abierto
Donde penetran los rayos de la
esperanza.
¡Qué pena no haber podido parar en medio de la carretera!
Es mucho el tráfico que me seguía y podía provocar algún accidente.
“Quien la sigue, la consigue” Es sólo un dicho, que no tiene porque
repetirse siempre. Y menos, tratándose de una
mujer difícil.
Nada habituada a sobresaltos, porque su vida transcurre
tan plana, como una ola del mar en calma.
Aunque cabe esperar que, en cualquier momento pueda desatarse la
salvaje tormenta, capaz de zarandear a todos los bajeles
insuflados con los vientos de
pasión.
Aunque también cabe la posibilidad que, todos mis esfuerzos,
caigan en un pozo sin fondo
quedando para siempre en el extravagante e insondable olvido.
Pues a lo mejor, ella se encuentra a
gusto tal como está;
Y por
tanto, sea feliz a su manera,
Sabedora de que es deseada; Y que esos deseos,
espera sean cumplidos junto a mí en
la otra vida.
De ser así, nada habrá sido en vano. Pues
la otra vida,
Dura una Eternidad, cuando la presente,
es un valle de lágrimas que, los soldados del viento,
forzosamente tenemos que atravesar.
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