En
la ciudad de los lamentos
“Rima
libre”
Las ardientes saetas del sol
Siguen proyectando sus sombras rojas
Sobre el páramo maldito,
Condenado a girar hasta su total
eclipse.
Cuando esto suceda...; tú y yo,
Nos encontraremos en la ciudad de los lamentos;
Y ya,
jueces de nuestra propia conciencia,
Te cogeré por el cuello si hace falta
Para pedirte explicaciones.
Es posible que te ruborices
o permanezcas impávida
Ante el aluvión de reproches;
Pero allí, no tendrás escapatoria,
Ni a nadie que pueda protegerte.
De nada servirán tus escusas tontas,
Ni tus repentinas o excesivas prisas,
Porque allí, el reloj está varado
Al igual que lo está el navío
encallado
Entre las rocas de la perdición.
El ciclón de la ira se desatará con
fuerza
Y tus ojos quedarán inundados
Por las cataratas del recuerdo.
Entonces, es posible que desees
regresar al pasado
Para ofrecer gustosa el beso que
negaste
Acuñándose en tu perlada frente
La afrenta de un inmerecido desprecio.
Todo en la vida tiene un precio,
Y todo acto, una consecuencia;
Y en
la ciudad de los lamentos,
Todo se paga muy caro
Ante la escasez de productos y de
afectos.
Pues dichos acopios, tienen que ser
forzosamente
Traídos desde el páramo maldito.
Y quien consigo sólo lleva en su ato
El veneno de serpientes,
Aguijones de avispas y escorpiones,
Será esa la especia envenenada
con la que tendrás que sustentarte después;
Por más que te retuerzas de dolor
y te supuren las úlceras del vientre.
Entonces, preferirás el vinagre
Que los impíos untaron a Cristo,
en sus heridas el día de su calvario,
a continuar con ese dolor horrible.
¿Y todo por qué…?
Por ser una engreída
Y portarte como una estúpida;
Ignorando el espejo del alma,
Cuyos reflejos, hasta la eternidad perduran.
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