La
venganza y la vida
Siluetas negras bañadas por la lluvia
Recorren la ciudad,
Mientras las estrellas invisibles
Se encuentran más allá de la mirada.
Las puertas se impregnan de nostalgia
Avanzando hacia una música de espejos
Heridos por la noche y su silencio;
Como el gorrión navega en un barco
Sin velas que, con impaciencia escapa
Con las alas rapadas hasta otros
mapas.
Tengo ochenta años y aún no sé
Santiguarme, ni ponerme de rodillas;
Hasta las farolas con su lengua de
fuego,
Tatúan las cicatrices, en el misterio
insondable
De la garganta abrasada.
Miro el cielo y me pierdo en su
negrura.
Quemé mis sentidos
Como quemé las estrellas de papel.
Soy un niño que crece mirando al
cielo;
Siempre brilla la niebla en mi frente
Mostrando mi remota belleza
Y las ruinas de mi dolor.
Ícaro, me trae volando la nostalgia
De ser el príncipe de los cisnes,
Que vivió y vive en el cañaveral
etéreo,
En las ruinas de un corazón de plomo,
Donde los perezosos sueños
Se desengañan de una multiplicada
vida.
El invierno desviste las rosas
Y amordaza con prisa,
Cada tallo y cada hoja;
Así, es la venganza y la vida.
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