PARIAS DE
SU SINO
Con ojos
velados, el labriego mira todos los días el espejo del cielo, esperando atisbar
alguna nube frugífera con la que puedan beber sus campos.
Pero el sol
arroja sus centelleantes lanzas. Su tierra abrasada se resquebraja; los
cultivos marchitos clemencia piden.
Hasta los
rocíos de antaño cual manantiales de perlas en la alborada, quedaron en las
nubes del olvido.
Triste es el
devenir de los mortales, cuando se aferran a una lucha clandestina, siendo
sabedores de que son parias de su sino,
Los campos,
dice: son como los malos hijos. Los crías y se marchan, mas al volver arrojan
sus iras al igual que la plomiza nube que nos sucumbe con tempestuosos rayos.
El que no
siembra no recoge; mas el que siembra y no recoge, pierde dos veces.
Hoy me
pregunto, si no sería mejor permanecer estéril y dejar los campos yermos.
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