sábado, 24 de junio de 2023

¡No pasarán!

 

¡No pasarán!

 



Al abrigo del lenguaje

Con sus palabras de acero,

Mandan los murciélagos xenófobos

Haciendo estallar los tímpanos

 Con sus tétricos vuelos ciegos.

Estos pilotos experimentados

Hincan sus rodillas en  el estómago

De los que no nos lo merecemos.

¡Pero están ahí, porque alguien lo consintió!

Poniéndolos en nuestro camino

Para hacernos llorar;

"¡No pasarán!" era el lema;

Pero pasaron,  nos sometieron bajo su yugo,

Y finalmente... ¡nos  gobernaron!

La rueda de plata se transformó en piedra de molino,

Siendo  nosotros, el grano de mies

Que les sirve de sustento.

Ellos, fueron los que se bebieron el rocío del clavel

Mientras la belleza de la tierra dormía,

Quizás, soñando con los copos de nieve.

Ahora, el cielo está cerrado 

Por las tinieblas de sus decisiones,

Los árboles absorben los reglamentos

Y la montaña herida, abre su puerta de alarma.

Se extingue la hierba,

Mientras los  animales de puntiagudos cuernos

 Nos guían hasta la colina del hambre,

Para abrazar a nuestros muertos,

Convertidos en herrumbre  tras el paso de los años.

Ellos, dictaron sentencia,

Y los buitres de traje oscuro, la ejecutaron.

¡Pero no pasa nada!

¡Nos estamos superando!

Ya nuestras tripas amargan como altramuces

Y nos tragamos hasta el cuero cabelludo.

La niebla quiere despedirse

Del abrazo mortal del horizonte,

Para que de nuestras pestañas

Broten lágrimas de plomo;

igual que el  plomo que el viento  envía

Haciéndonos blanco.

Mientras ellos, con la mano orgullosa extendida,

Señalan al águila de la bandera

Rodeada de polvo dorado.

El escorpión baila de alegría

Tras esquivar el fuego,

Mostrándonos su mortal aguijón,

Capaz de envenenar al país entero.

Sólo cabe la idea de convertirnos en caracol

Envuelto en perennes babas,

Para poder avanzar;

Pensando qué, el día que  dejemos de hacerlo,

Nadie nos echará de menos.

¡Hay más caracoles que seguirán nuestro rastro!

Quizá sin saber que  dicho sendero

Los llevará hasta el fuego.

La deidad, ha resucitado,

De su guerrera cuelgan medallas,

Unas ganadas por matar a un ciento,

Otras, obtenidas a raíz de  aniquilar a miles;

Y es tal su fulgor

Que hasta el sol de la tarde se estremece.

¡Pero no tengáis miedo corderos!

¡Los corderos razonan!

Cabe preguntarse si, el lobo  cortó sus garras,

O por el contrario... ¡se las afiló!

 

 

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