¡No pasarán!
Mandan los murciélagos xenófobos
Haciendo estallar los tímpanos
Con sus tétricos vuelos ciegos.
Estos pilotos experimentados
Hincan sus rodillas en el estómago
De los que no nos lo merecemos.
¡Pero están ahí, porque alguien lo
consintió!
Poniéndolos en nuestro camino
Para hacernos llorar;
"¡No pasarán!" era el lema;
Pero pasaron, nos sometieron bajo su yugo,
Y finalmente... ¡nos gobernaron!
La rueda de plata se transformó en
piedra de molino,
Siendo nosotros, el grano de mies
Que les sirve de sustento.
Ellos, fueron los que se bebieron el
rocío del clavel
Mientras la belleza de la tierra
dormía,
Quizás, soñando con los copos de
nieve.
Ahora, el cielo está cerrado
Por
las tinieblas de sus decisiones,
Los árboles absorben los
reglamentos
Y la montaña herida, abre su puerta
de alarma.
Se extingue la hierba,
Mientras los animales de puntiagudos cuernos
Nos guían hasta la colina del hambre,
Para abrazar a nuestros muertos,
Convertidos en herrumbre tras el paso de los años.
Ellos, dictaron sentencia,
Y los buitres de traje oscuro, la
ejecutaron.
¡Pero no pasa nada!
¡Nos estamos superando!
Ya nuestras tripas amargan como
altramuces
Y nos tragamos hasta el cuero
cabelludo.
La niebla quiere despedirse
Del abrazo mortal del horizonte,
Para que de nuestras pestañas
Broten lágrimas de plomo;
igual que el plomo que el viento envía
Haciéndonos blanco.
Mientras ellos, con la mano
orgullosa extendida,
Señalan al águila de la bandera
Rodeada de polvo dorado.
El escorpión baila de alegría
Tras esquivar el fuego,
Mostrándonos su mortal aguijón,
Capaz de envenenar al país entero.
Sólo cabe la idea de convertirnos
en caracol
Envuelto en perennes babas,
Para poder avanzar;
Pensando qué, el día que dejemos de hacerlo,
Nadie nos echará de menos.
¡Hay más caracoles que seguirán nuestro rastro!
Quizá sin saber que dicho sendero
Los llevará hasta el fuego.
La deidad, ha resucitado,
De su guerrera cuelgan medallas,
Unas ganadas por matar a un ciento,
Otras, obtenidas a raíz de aniquilar a miles;
Y es tal su fulgor
Que hasta el sol de la tarde se
estremece.
¡Pero no tengáis miedo corderos!
¡Los corderos razonan!
Cabe preguntarse si, el lobo cortó sus garras,
O por el contrario... ¡se las afiló!
No hay comentarios:
Publicar un comentario