Llanuras
etéreas
El mundo de mí alrededor apesta;
No por sus fluidos en sí,
Sino por las gentes que lo pisan,
Las cuales, viven embalsamadas
En sus nebulosas de estrellas
errantes.
No sonríen en silencio,
Se ríen del mismo silencio,
Que, algunos, ofrecemos resignados
Ante los atropellos del ir
y venir de ojos
Capaces de convertirnos en polvo
estelar.
La mueca irónica de la sonrisa envejece
Hasta hacernos quedar como auténticos tontos
Que miran por encima de los hombros
al sol,
Tras conseguir ocultarlo con el acusador dedo.
El brillo del sol escuece los ojos
Mutilando las expectativas
Que avergüenzan las llanuras
silenciosas
Cargadas con nuestro equipaje lleno
de lamentos.
Nuestra libertad viaja por llanuras
etéreas,
Pues la liberadora orilla
Nunca vio la piedra situada en la otra oriya,
Y por ello, triunfó sobre la
piedra;
Para después, sucumbir ante la
corriente del río impetuoso,
Cuyo caudal, arrastraba los deseos y las dichas.
Nos ilusionó grandemente el tesoro de la vida,
Como el galeón alegró los mares ignotos
Cuando el mundo se nos quedó
pequeño.
El horizonte, pinta sus cejas de
rojo
Derrotado por las tinieblas del invierno,
Que desnudó de abrazos y colores el
firmamento.
El amor flota azotado por las mareas azules,
La rosa crece en la piedra,
Mientras el corazón, con raíces
oscuras,
Anida en la tormenta
Donde las flores turgentes
Son fósforos dispuestos a arder
Para dar luz a las cavernas del alma.
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