sábado, 17 de junio de 2023

Mujer con el puño en alto

 

Mujer con el puño en alto

 


¡Cuántas veces me he escondido

En una ciudad cualquiera!

Desnudo de armas amenazantes

O tijeras suicidas,

 Armado sólo con una escoba,

Para barrer los recuerdos sombríos

Encerrados en la mente de un idiota,

Con tal de  huir del yugo vecino.

Sin embargo, los asesinos,

A  zancadas de siete leguas,

Caminan incontrolados

Por las tinieblas de su ambición.

Cada hombre necesita de una revolución,

Y cada revolución, de un hombre que la dirija,

Aunque haya nacido en la tormenta de la infancia,

Pues cada rayo lo hizo más fuerte.

Ahora alza su puño

Como el águila real alza su vuelo.

Si la tierra yerma me trajo hasta aquí,

Bailo en la frenética carrera de los hombres

Para en cada una de las vueltas acercar la distancia.

La vida de los hombres se bambolea

Con figuras tridimensionales,

Coleccionando monedas  de oro como pasatiempo;

El orgullo del  león, es vencer en solitario,

Bebiendo el cáliz de sangre

Con la mano izquierda,

Mientras la mano diestra sostiene el luciente acero.

Quieren matarme de forma lenta

Con el liquido envenenando de las vísceras

De los cuerpos humildes;

Pero hasta un moribundo terrícola como yo,

Es capaz de cortar las alas de la libélula azul

Hasta quedar flotando en el nenúfar blanco.

Como ella, mi alma floreció en las aguas

Para abrir la puerta grande del espacio.

Quizá tenga que ser necesariamente una mujer

Con su fantasía indómita

La que coja el testigo de nuestro ocaso.

Borrando el estigma de que ellas

 Van donde los hombres indican.

Quizá sea una intrusa

Que viaje en su nave extraterrestre,

Haciéndonos llegar al Pleistoceno,

Para dar un nuevo sentido

A esta vida camaleónica;

Pues hay que mimetizarse en el entorno

Para no ser devorados.

Ahora, emplearé las palabras

Para tapar los cuerpos

Y con ellos, llenar los profundos vacíos de las estrellas.

Luego, las muñecas harán un banquete

Para celebrar ser hijas de nuevo

Con sangre y huesos.

Antes, ellas sólo eran  tela y piel

Con la pena amarga de la miseria,

Inmersas en un remolino

 Que desde siglos  giraba en la misma dirección,

Como gira el buitre negro

Alrededor del zorro moribundo.

Más si el puño sigue cerrado y en alto

Jamás se producirá el sonido molesto

Que quema el corazón y destroza el alma.

Los labios secretos de este caminante,

Chocan contra el muro invisible del viento

Entrando por la boca

Y saliendo por los ojos con luz propia;

Ello hará ser un hombre feliz,

Si dios es capaz de soportar

Que  por varios lustros reine la juventud.

 

 

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