El hombre,
es como un árbol de hoja caduca
Ella, es mi ídolo;
La que con otras comparo;
Entonces, me pregunto:
¿Por qué no ha de ser el resto igual que ella?
Si lo fueran, no habría disputas entre los hombres,
Pues todos tendrían a una Lilith o a una Afrodita.
Lamentablemente, dios es caprichoso
Al otorgar todos los cánones de belleza a una sola mujer.
Ella no es un sueño, ni fruto de una alucinación
Por eso, los que tenemos la suerte
De compartir algo de su divina gracia
Nos sentimos superlativamente orgullosos.
Es posible que una belleza tan singular
Surja una vez cada cien años;
Cien años, son muchos para un terrícola
Y es raro el que suele llegar a esa edad,
Y aunque llegue,
Supongo que sus ánimos no se encuentren
Con la llama ardiente del deseo.
Tan sólo podrían lamentarse diciendo:
¡Ojala la hubiese conocido setenta años antes!
Pues entonces, lucharía para obtener sus
deleites y favores.
El hombre, como los viejos árboles,
Hincan sus proyectos en la tierra
Con vigorosas raíces,
Quizá buscando la oscuridad de su ocaso,
Mientras que sus hojas se pintan de amarillo
Como si les hubiese llegado un otoño prematuro,
Adormeciendo su sabia
Con la esperanza de disfrutar de nuevas primaveras,
Cuando los pájaros de vistoso plumaje
Se animan a
hacer sus confortables nidos
En sus frescas y áureas ramas.
Pero el hombre, es un árbol de hoja caduca
Que pierde su esplendor demasiado deprisa.
Afortunado pues aquel que logra sus objetivos
Al llegar al
mediodía de su vida.
Yo, me pregunto:
¿Ese hombre podrá alcanzar el cielo
Cuando ya ha estado en la cumbre del Olimpo?
Los mortales sólo sabemos lanzar preguntas
A sabiendas que,
hay preguntas que no tienen respuesta.
Sólo cabe el conformismo,
Y si te ha tocado la china,
Al menos, tener la esperanza
De que llegue una primavera más florida,
Aunque sea en otra esfera, o en otra dimensión.
Donde quizá se tenga la fortuna
De hallar un un paraíso esperándote
Con otras Liliths, u otras Afroditas.
El amor es un invento de los dioses;
Que para unos pocos,
Es como un suave y gratificante chaparrón;
Y para la mayoría,
Un tifón que arrasa con su furia
Los vergeles que el hombre con su mente crea.
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