Reflexiones
En un día nublado
En el mundo que vivimos
Hay quienes merecen
la pena;
Más las hay, que dan pena.
Aquellas que tienen el vendito don
Son dignas de admiración;
Las otras, son como una sombra
Paseando sus debilidades
Sabiendo que a nadie atrae.
¿Pero quién tiene la culpa?
Sin duda los culpables son aquellos ojos
Que criban lo bonito y lo horrendo.
Aunque es posible que, ellos, no lo crean así.
Esa decisión le viene dada
En el momento que forjaron sus instintos,
Luego si esos instintos son heredados
En realidad, o al menos de una manera muy directa,
Es debida a
ese ser superior que tiene la facultad
De dar y quitar, escribir y borrar.
De ahí que se diga que el mudo está muy mal
repartido.
Belleza, simpatía, gracia, talento, voz…
Esos dones son los culpables del acaparamiento,
Bien sea de voluptuosidades
Para acabar en la única verdad material,
El dinero, capaz de mover y remover
Los cimientos
de la conciencia.
A fin de cuentas, el dinero es el encargado
De comprar voluntades y favoritismos.
Creo que hasta la persona más horrible
Si tiene el amparo del dinero
Se vuelve guapo e interesante.
Toda una mentira encerrada en un joyel,
Pero que hace deslumbrar y cambiar de pareceres.
Hoy día se puede ser más bello, más alto, más
saludable;
Tus manos pueden ser horribles,
Pero aderezada con un anillo de diamantes
Entonces la cosa cambia y no poco.
Por más que digan que:
Aunque la mona se vista de seda,
Mona se queda;
Pero con diamantes, pasará de ser mona
A ser una auténtica monada;
Porque los humanos solemos confundir
El tocino con la velocidad;
Más pese a nuestra confusión
Abrimos unos ojos como quesos
Si alguien feo, pero con dinero,
Nos mira, o nos saluda,
Y ya no digamos si encima
Nos invita a su lujosa mansión a cenar,
O a realizar
un viaje a bordo de su deslumbrante
yate.