La muerte nos pisa los talones
Quisiera encontrar el elixir del amor;
Pero ningún alquimista lo ha logrado
hasta ahora;
He probado hasta con el rocío de las
flores
Extrayendo sus esencias y fragancias;
Pero todo eran burbujas y vanas sombras.
Las claveles, se depositan en los
cementerios,
Y los narcisos dorados, en la Vía
Láctea,
Donde las estrellas titilan y danzan,
A la par que el ruiseñor, lo
hace en las zarzas.
Mi
violín, se ha apagado en los jazmines,
Soy el último hombre que reniega de su
ingenio
Tras haber caído en la trampa de los
bribones.
Quiero un amor terrenal para compartir
la vida
Antes de que ondeen los negros
crespones,
Ello hará que mi viaje de vuelta sea
más corto,
Antes que algún desamor clave
sus arpones.
El hombre, que a menudo juega con
serpientes
Hallará su tumba si alguna de ellas le
muerde.
Entonces, solo habrá una tumba de
distancia
Entre tus cabellos dorados y el humus
de la tierra.
De nada servirán los románticos sonetos
Extraviados en el juramento de tus
ojos;
Y los gusanos que con su lenguaje cavan la tierra,
Mientras los pasos que se retrasan
posponen su fin.
La muerte no es mía, ni tuya, ni de
éste, ni de aquel,
Es propiedad de todos los seres de la Tierra,
Y sin excepción, a todos, nos pisa los talones,
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