Cisne
de visigoda belleza
Voló el cisne
De alas negras,
A sumergirse en el lago
Profundo de las estrellas.
Quizá el cisne
De
visigoda belleza,
Tiene sus raíces
En estelares piedras.
Las estrellas celestiales
Viven más allá
Del azul de los dioses;
Con sus áureas etéreas.
Más los dioses carnales,
Visten con rasos
y sedas;
Y ante los fulgores del oro
Se deslumbran y se estrellan.
Pues en el fondo,
Sus latentes corazones
De magna ambición se impregnan.
Vuelan los cisnes carnales
Buscando fuego de estrellas;
Y en sus juegos bacanales
Sus pasiones se desvelan.
Vuelan los dioses azules
Entre cielos de tinieblas,
Donde se mezclan los tules
Con lirios de las riberas.
El cisne de alas negras
Ya no se ve en la ribera;
Pues quiso volar tan alto
Que llegó hasta las estrellas;
Pero éste, tan alto estaba,
Que cuando miró hacia abajo,
Vio a un cisne que lloraba
Porque estaba solitario.
Triste derramó unas lágrimas
Que llegaron hasta el lago,
Eran pesares del alma
Y todas bebió de un trago.
El cisne de alas negras
Se olvidó del cisne blanco;
Quedando todos sus besos
Entre rocas encallados.
Pues las tormentas del alma
De intempestivos relámpagos,
Carbonizan los recuerdos
Y las alas de los pájaros.
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