Makeda,
La reina de Saba
Oh, Reina de Saba,
Quien pudiera nacer de nuevo
Para glorificarte y amarte.
Envidia tengo del Rey Salomón,
Que aparte de rey y de sabio,
Conquistó tu amor.
Sé que tenías la piel no morena
Ni bronceada por el sol de Etiopía;
Sino de color ébano
Y aromatizado tu aliento
Sé que eras inteligente y poderosa
Y sobre todo muy bella,
Como bellas son las flores
Con su rocío de perlas.
Pero el Rey Salomón, tenía la creencia
De que las mujeres etíopes
Eran peludas de pies, e incluso
Que tenían pezuñas, para alcanzar las
cimas
Que encumbran sus tierras.
De modo que cuando pediste audiencia
Para poder entrar en la Sagrada Jerusalén,
Situada en el centro de la Tierra,
Quiso Salomón hacerte examen
Y comenzó por tus pies.
Te hizo pasar por una estancia de su
palacio
Donde había un palmo de agua.
Mientras tú, levantabas tu túnica
Al hacerlo, Salomón, pudo ver en sus
aguas
Tus pies en la transparencia de su espejo.
¡Menudo descubrimiento!
Al ver tus pies pequeños,
Muy femeninos y la piel muy fina,
los pelos y las pezuñas eran un cuento.
El rey Salomón sonrió
Y te alojó como reina en su palacio.
Más puso una condición:
No podrás coger nada sin mi permiso te dijo.
Sé que accediste; pero a cambio,
Comentaste a Salomón que eras virgen
Y que no podías perder para nada
Tu más preciado tesoro,
Comenzando así un pulso de astucia sin
fin.
Pudiste acceder al palacio junto a todo tu séquito,
Y al anochecer, fuisteis obsequiados
Con un majestuoso festín:
Carne asada con multitud de especias,
Sopas saladas y quesos.
Y al llegar la media noche
Y ya
tumbada en tu lecho,
Una sed incontrolada
Se te apoderó del pecho.
La cual te recordó la cena anterior,
Deliciosa; pero cargada de especias
A la que no se le podía decir que no.
Viste una jarra de agua en tu
habitación
Dejada a propósito por Salomón,
El agua estaba fresca para apagar tu
ardor,
Te serviste, glu, glu, glú…
Pero Salomón te espiaba
Y cuando tu cuerpo de agua se sació,
Igual que si fuera viento en ráfaga
En tu estancia penetró.
Ji-ji,- ja-ja,- jo-jo.
¡Te he pillado!
No me has pedido permiso para de mi
agua beber;
Por tanto, ante tu incumplimiento de
palabra,
No puedo hacer más que incumplirla yo
también.
Y fruto del incumplimiento de esa
promesa
Nació una noche de amor y pasión
intensa.
Y al cabo de nueve meses
Diste a luz a hermoso niño barón,
Menelik, pusiste por nombre,
A quien la tradición etíope reconoce
Como su primer emperador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario