Como
un inadaptado
El día está siendo demasiado
largo.
En el trascurso del tiempo
¡Cuántas cosas han sucedido!
Pero todas, son cual fanal
dormido,
Incapaz por sí solo de alumbrar
A los sueños que, errantes,
Vagan por horizontes ignotos.
Me desperezo de la monotonía
Para sacudir el polvo que petrifica el
espíritu;
Y una vez limpiado de
impurezas,
Quedo arrobado por esas
efigies
De espíritu encarcelado en su
flor,
A veces preguntándome:
Si tras los muros de pétalos rosas,
Se esconden estambres amarillos.
El brillo de esos ojos
Chocan con el pérfido asfalto,
O la hipnótica pantalla del
teléfono móvil;
Como si todas las respuestas
fuesen consagradas
En la sacristía de su
abstracta nebulosa.
Mientras, los zombis
terrenales,
Pasamos olímpicamente
Del caluroso afecto;
Pues el afecto, para estas flores pétreas,
Es una palabra olvidada o
inexistente
Tanto en su diccionario,
Como
en su mágica pantalla.
Las dejaré pasar
No estoy en condiciones de
vadear un río
Sin ningún tipo de corriente.
Por el contrario, sí que pisotearé los
pétalos
Que esas flores van rociando,
Pues carente de fragancias,
Para lo único que pueden
servir
Es para formar parte del
pedregal silente,
Por donde algunos lacayos del
amor
Y me incluyo, paseamos todos los días.
Ya sé, que más de alguno
pensará
Que soy un inadaptado
A esta época que me ha tocado
vivir;
Pero en realidad,
Soy cual inconformista pajarraco,
Capturado en la densa jungla,
De plumaje multicolor y parlanchín,
Y que a lo mejor, sin venir a cuento,
Repite las cosas que anteriormente
ha oído.
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