Más
allá de la alambrada
El viento aullaba superlativamente
Atravesando las alambradas de espinos,
A su paso, arrastraba
trozos de ropa de uniformes caídos,
Seguramente que, despojados de los yertos cadáveres
Quedándose enganchados con sus murmullos etéreos
Y gritos desgarrados de soldados imberbes;
Llevados a un frente sin saber bien por qué.
Los que dispararon, apostados en la orilla del río
Quizá, fueron sus vecinos del barrio,
O al que le acababa de hacer un favor sacándolo del
apuro,
E incluso, puede que fuese obra de algún ser allegado.
El río era la frontera entre el este y el oeste;
Entre lo escarlata y lo azul;
Pero donde no había fronteras ni límites,
Era en las mentes que les habían lavado el cerebro;
Hasta considerar que lo que estaban defendiendo a
muerte
Era lo ideal, lo correcto, y lo que debía prevalecer
hasta el fin.
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