domingo, 5 de diciembre de 2021

En un pueblo valenciano "Cuento"

 

En un pueblo valenciano

“Cuento”


En un pueblo valenciano, bastante distante de la ciudad de Valencia, había un hortelano que en época de cosecha, acostumbraba a ir a vender sus productos a la capital con el objetivo de sacar más rendimiento económico; Pero siempre le ocurría que al llegar a la plaza donde se realizaba el mercado, ya otros estaba allí, ocupando los mejores sitios. Por más que procuraba madrugar, siempre le pasaba lo mismo; Se maldecía por su mala suerte hasta el punto que estaba desquiciado. Hasta que un día, averiguó que, los otros hortelanos llegaban antes que él, porque estos, eran conocedores de un atajo, explicándose así que siempre llegaran antes.

Un día, de regreso  a su pueblo, comenzó a preguntar a todos los lugareños con los que se topaba, de cual podría ser el camino para llegar en menos tiempo a la ciudad de Valencia, dado que los demás hortelanos lo tenían como un secreto y ninguno estaba dispuesto a revelárselo. A varios pastores que les preguntó, señalaron el camino que él siempre cogía, por lo que la respuesta no le satisfacía en prueba de lo visto.

Más adelante, encontró a un anciano que plácidamente tomaba el sol sentado en la puerta de su barraca, y le preguntó: Dígame buen hombre ¿Qué camino podría tomar para llegar desde aquí lo antes posible  a Valencia?

El anciano se irguió torpemente y le acompañó unos metros hasta detrás de su barraca, desde la cual, le señaló una vereda que se perdía por lo alto de una colina.- Mire usted, si toma esa vereda sin dejarla, ella la llevará hasta Valencia.

¿Y cuanto tiempo tardaré en llegar?

El anciano, mirándolo de arriba abajo  le contestó: Si usted va tranquilo puede llegar a Valencia, en cuestión de dos horas.

-¿Y si voy rápido?

-Entonces puede usted tardar un día entero.

Aquella contestación le resultó un tanto extraña; Pero no le preguntó al anciano de por qué. Y complacido, se despidió del anciano, prometiéndole que la próxima vez que por allí pasara, le obsequiaría con algunos de sus productos en prueba de su agradecimiento.

Aquella noche el hortelano no pudo conciliar el sueño. Pues le venía a la mente la conversación sostenida con el singular anciano. No encontrando una explicación racional de que si yendo tranquilo le costaría llegar a Valencia unas dos horas, y por el contrario, si iba rápido todo un día. Todas sus reflexiones se encaminaron a pensar que el anciano,  lo más seguro es que se hubiese equivocado.

Ya estaba rayando el alba, y el hortelano, en aquella ocasión, cargó a su borrico con las primeras naranjas de su cosecha dentro de los serones de esparto, hasta que ya no le cabía ni una más.

Al pasar por la barraca, y como lo prometido es deuda, el hortelano gratificó al anciano con algunas de mayor calibre.

-Recuerda amigo lo que te dije ayer-dijo el anciano.

Vale, vale, le contestó.

Ya puesto en vereda, veía absurdo la contestación del anciano. Por lo que haciendo  caso a su instinto, empezó a fustigar al sobrecargado burro, para que se diera más prisa. ¡Arre, burro, arre! Tan ligeros eran sus trancos, que al llegar a lo alto de la colina, el burro tropezó cayendo de costado y las naranjas comenzaron a dar vueltas por la pendiente esparciéndose por toda la ladera.

El hortelano no tuvo más opción que el recoger las naranjas, una por aquí, otra por allá…  llevándole tanto tiempo en volver  a cargar al burro, que en aquella ocasión, llegó a Valencia más tarde que nunca. Entonces recordó la conversación con el anciano. Que el simple hecho de serlo, lo hacía ser  sabio, comprendiendo que: “no hace falta correr, sino llegar a tiempo.”

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