Ráfagas
de tristeza
Azotaban ráfagas de tristeza
En el mar de la vida, hondo y frío;
Pero alguien tuvo la gentileza
De darme ayuda con su poderío.
Los golpes que dieron con mano abierta
Se transformaron en soplos de céfiros,
Zanjando así la inútil reyerta
En el palpitante corazón mío.
Puntiagudas y afiladas son las flechas
Del tensado arco de Cupido,
Que en el corazón amante se insertan
Indicando el nuevo rumbo del destino.
El crepúsculo se cuaja de violetas
Y el amanecer con el oro va fundido;
De flores se esmaltan las praderas
Y los pájaros me avivan con sus
trinos.
No estaba vacía la botella
Que creí apurar enfurecido,
Por no poder alcanzar la estrella
Cuyo fulgor cegaba mi camino.
Veo con claridad la fronda espesa,
Y el verdor de las acículas del pino,
Donde se acababa nuestra senda
Y el verderón tenía su confortable nido.
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