Enterrada
mi pasión
Ella, era la alta cumbre,
La imposible de escalar;
Pero un día de esa cumbre
Se desprendió una roca
y justo a mis pies fue a parar.
Y al tenerla tan cerca
La quise tocar y acariciar…;
E incluso le expresé mi amor;
Pero era roca de sentimiento glacial.
Mis palabras resbalaron en su piel
Como si estuviese acostumbrada
A recibir todo ese tipo de verborrea,
Y dentro de su corazón, práctico e
inexpresivo,
Seguramente se reía de mi ardor.
Le dije que no era una roca,
Que ella, era para mí, un diamante,
O una gema verde de gran valor.
Y cuanto más efusivas eran mis
ocurrencias
Más bella resultaba para mi corazón.
Por mucho que me mostrase sus arrugas
Y me desvelara sus puntos débiles,
Yo, cada día la veía más hermosa,
A la vez de más fuertes sus
convicciones.
¡Qué segura es la roca cuando nació en
la cumbre!
Poco le importa que ahora sea una
piedra
Que hasta el llano rodó;
Quizá espera se haga polvo
Para que el frío viento de la
tempestad
Pueda
elevarla nuevamente a la cumbre.
¿Pero y qué pasa con el que de ella se
enamoró?
Él no tiene la culpa de que le gusten
las rocas;
Como las rocas no tienen la culpa de
ser gustadas.
La tormenta ya se había desatado en el
horizonte
Y ella, sólo tenía ojos para ver ese
horizonte.
Aun habiendo perdido una de sus pestañas negras
Y regalado al que le declaró su amor.
La roca ya está siendo arrastrada
Al lugar donde se desprendió;
Al lugar donde se desprendió;
Y en el árido desierto de mi vida,
Queda enterrada mi pasión.
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