Después
de tanto oír y oler
La edad, me hace cambiar,
Pisando donde ya está machacado;
Es verdad que se ansían los senderos estrechos,
Aquellos que incluso te impedían el
paso;
La intriga fue que supe dar la
vuelta
Tras cientos de veces intentándolo;
Lo fácil, sería volver a un sendero oscuro
Arriesgándome al furor de la
tormenta;
Ahora, esas tormentas las observo
bajo techo,
Sin importar que caigan chuzos de punta,
Porque estoy rodeado de recuerdos
agradables,
Objetos decorativos que, hasta me
sorprendo.
Fuera de mi cobijo, la savia verde predomina,
La nube descansa. Pero en la lejanía,
Siguen rugiendo los formidables
truenos.
En su diccionario, caben todos los
horrores,
Todos los errores, todos los
amores.
Me pongo triste. Al pensar que, posiblemente,
Alguien tema a la tormenta y asustada
Ponga los pies en lo alto de una
silla,
O vuelva a la cama para protegerse
Tapándose hasta la cabeza para aislarse.
Las tormentas del alma también causa
estos efectos.
En el exterior, el verde aún quiere
más,
Adora esa clase de música
atronadora,
Pues ella, es la precursora de la
gentil lluvia;
La lluvia refresca y purifica el aire
Y luego, todo huele a tierra mojada,
Sabor agradable e inspiradora de
deseos ocultos,
También prohibidos, porque alguien,
Dijo una vez que era pecados mortales.
¡Curioso por ser alguien que tiene
el poder de alzar la voz!
Muchos le hicieron caso y aceptaron
dicha ley.
Pero el alma no entiende de leyes
Y se niega a perder su libertad.
El presente se forja a base de recuerdos,
A veces, sombríos, a veces con
intensa luz,
Siendo esa luz, la que hace ver las cosas
Que permanecen ocultas
Tras el velo de los perjuicios divinos.
Los mortales, muchas veces nos
achicamos
Ante la potestad divina;
Pero a veces, es capaz de revelarse
Y preguntar por qué ha de someterse
A alguien que ni siquiera ha visto.
¡Está bien seremos ángeles caídos,
Hombres con cara roja y cuernos
afilados!
Pero tenemos la facultad de pensar,
Y la capacidad para tener un
criterio propio.
La edad, es sabia, sólo los niños
obedecen
Y se dejan llevar de la mano,
Porque todavía carecen de
conciencia.
Más la conciencia, se engrandece
Conforme avanzan los años haciéndose libre.
¡Qué digan lo que quieran!
¡Qué ladren como perros sedientos
de sangre!
A estas alturas de la película,
Ya nadie puede decirme lo que debo
hacer o decir,
Cuando la mentira se pasea por
doquier.
Es ya tan habitual, que te hacen
confundir el día con la noche.
Nada de lo que se dijo ayer tiene
sentido hoy,
Porque son los mismos perros con
distintos collares.
¡Pero bueno, créeles para así
facilitarles
Que sigan incrementando su capital a
costa de los ingenuos!
¡Qué no, que todo se hace con un
fin materialista!
¡Ya sé que no me has oído!
Quizás porque tus orejas son pequeñas
todavía,
Y tu nariz, no tiene el fino olfato
del sabueso.
Por curioso que pueda parecer, las orejas
y la nariz,
Son los únicos miembros que siguen creciendo.
Yo antes era chato, y las orejas
las tenía pequeñas;
Pero después de tanto tiempo
de oír y oler,
Han crecido tanto que no me las
reconozco.
Por tal motivo, que no me vengan a
dar lecciones
Alguien que no me iguale o supere en edad.