sábado, 5 de diciembre de 2020

Los pájaros, las mujeres, y los celos "Relato"

 

Los pájaros, las mujeres,

Y los celos


 Siento un profundo amor  por los animales, y especialmente una debilidad o atracción  por los pájaros. Debilidad que  llevo arrastrando de la época de infancia, cuando recorría los sotos buscando sus nidos. Mi primer jornal, si puede llamarse así, lo obtuve con la venta de doce polluelos de jilgueros, de los cuales me dieron  cinco pesetas por cada uno. Eso era muchísimo para mí, teniendo en cuenta que la paga que me daba mi madre para pasar los domingos era de cinco pesetas.

De los pájaros  que se crían en mi territorio, podría decirse que tengo anécdotas  de la mayoría; Pero ahora quiero céntrame en algunos hechos que por su transcendencia, dejaron huella en mí. El primer pajarillo que sujetándolo por las patas acabé rompiéndole una, porque el pajarillo asustado, su intención innata era siempre la de huir. Y en uno de esos intentos fallidos, el pobrecillo se le quebró sus tiernos huesecillos, me dio mucha pena por el daño infringido, y asustado y dolorido tanto como él lo solté.

En otra ocasión, con un polluelo volandero, jugué con él en el juego absurdo de haber cuanto tiempo tardaba en volverlo a capturar, y al cogerlo, lo apreté tanto con mi mano que acabé asfixiándolo. Este  hecho, que rayaba lo macabro, me marcó tanto, que ya no volví a  repetir dicha experiencia.

Y hablando de pájaros, mi primera censura con una de mis novelas, fue precisamente por comparar el vello púbico de una mujer, al mullido y suave plumón de los nidos de los pájaros. Seguramente, quien me  censuró dicha estrofa, no habría  tenido nunca la ocasión de comprobar cómo es realmente un nido de pájaro.

Ahora esos ejemplos de lo que pasaba con los pájaros, pienso que se podrían trasladar al entorno del amor que los hombres sienten por las mujeres que les agradan. Pues por el afán de quedárselas como si fuese un objeto de su propiedad, cabe siempre el riesgo de invadir su círculo, no dejándoles el  espacio vital que todo el mundo tiene derecho, para conseguir ser  libres.  Sin libertad, no hay felicidad, y por lo tanto, existe  un altísimo riesgo de que las parejas se fracturen, “rompiéndoles una pata o acaben por asfixiarse” Ya sabemos que los celos  los puso Dios en la tierra para martirizar  a los hombres, debido quizá al pecado original. No obstante podría decirse que, un celoso, es un esclavo sin saberlo, obedeciendo sólo a sus instintos primitivos. Muchas cosas son las que tienen que cambiar. Por eso, animo simplemente a observar a los pájaros para intentar ser libres como ellos.

 

 

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