Cumbres
borrascosas
"Rima libre"
I
Mis ansias por revivir noches fogosas
Se alteran ante los nubarrones oscuros
de la tormenta;
Sus rayos, golpean el placer lujurioso,
Mientras en el rocío de las flores
Restallan látigos para liberar su
espíritu celeste.
Las flores, son las doncellas
peregrinas
Cuyas furtivas miradas,
Acarician los cuellos de los enamorados
Para después pisotearlos.
II
En el palacio de las ninfas se extingue la
viva luz
Y yo, prisionero de unos ojos almendrados,
Arribo con mis sentidos en medio de la
natura,
Quizá, buscando lo absurdo del ocaso,
Donde unas flores germinaron sin raíz.
El brillante velo femenino
Se estrella ante el cristal de la
ninfa;
Llevando la oscuridad completa
A la mísera barraca del poeta;
El cual, toca su tambor de guerra
Tan sólo por hacer ruido;
Intentando hacer redobles con su
corazón
Para sacudirse la opresión de sus
penas.
III
Los bucólicos suspiros se hacen viejos
Tal como la encina añosa
Donde deambulan las sombras,
Y las reales cabezas
Cerraron sus ojos con lágrimas de
fuego;
Pues los muertos ruedan sin piedad
En un mundo dormido entre quimeras.
IV
Hoy busco ese ataúd de plomo
Para enterrar mis penas
En los abismos del océano inmenso,
Donde el agua, crea su propia música,
Hasta llegar a los orígenes de mi primer poema
Cuando desnudé mi alma por vez primera.
Con ellos encontré los anillos del
humo
Y la belleza de la pluma amarilla,
Inhalando los aromas pomares
Y haciéndome esclavo de las formas
perfectas,
Siendo el señor de un mundo
Al que le aterrorizan las preguntas;
Haciendo de mí mano la escoba
De unas sombras que se sublevan
Ante los conocidos asesinos
Que desafortunadamente viven alegres,
Corrompidos por la efervescencia
De sus propios fuegos
fatuos.
V
Las frías tinieblas de la ambición
Decoran las paredes de un escenario
Cuya acalorada verdad se revoluciona,
Esparciendo las fragancias de la virginidad
Cual lienzo de gruesos trazos;
Palabras
frías que nunca llegaron a congelarse,
Pero capaces de deshojar la flor más
llamativa.
VI
El aburrimiento, es el hambre acostumbrada
al hábito.
Y la codicia, es la semilla del averno;
Las mariposas de la luz,
Emergen de
mis deseos carnales
Y la mujer maravillosa, torna en esfinge,
Pese a sus diecinueve inviernos
retirada de las nieves perpetuas.
VII
La amanita muscaria
Sorprende con su carcajada universal,
Confesando su absoluta indiferencia
Ante la trémula lágrima
Que se acuna en mis pestañas.
Estoy en el centro de un mundo
Que olvidó el mañana,
Dado que los sentidos del alma
Son los nenúfares recién florecidos
Y atrapan con su voraz remolino.
VIII
El linaje del buitre negro,
Embadurna con su pico rojo la sangre del pobre;
Y los visionarios de la torrencial lluvia,
Convertimos en mascarón de proa
A las sirenas que naufragaron en playas de oprobio;
Ahora, cual santo arcángel,
Hago un ramo con mis íntimos sentimientos,
Y escalo hasta las cumbres borrascosas,
Para hacer llegar los sueños de mi vida;
Desnudando mi alma en un día ventoso, frío y gris.
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