Tom, el perro abandonado
Fue un día de Agosto, en el
crepúsculo
cuando Tom, fue abandonado
por su dueño.
Tenía que irse de
vacaciones y sin escrúpulo
lo abandonó cual carcomido
leño.
Todos coches al pasar con
bocinazos
protestaban por ir en medio
de la vía.
Tom, creía que abrirían sus
brazos
Y que alguien en su casa
acogería.
Y en su instinto animal se
preguntaba:
¿Por qué su dueño tal
acción hacía?
Cuando de sus niños con
afán cuidaba
y jugaban con él radiantes
de alegría.
Mucho fue lo que Tom, tentó
a su suerte
por no saber de qué lado
acudiría,
esa mano bendita que estaba
ausente
y que él idolatró día tras
día.
Mas su frenético reloj
quebró la hora
al no frenar el coche un
joven ebrio,
que pese al estruendo y sin
demora
continuó la marcha con su
tedio.
Y allí quedó sangrante Tom,
en el asfalto
sin moverse, como un
guiñapo retorcido.
Sin duda aquel día voló muy
alto,
pues por segunda vez había
nacido.
Hay quien dice que a Tom, lo vieron muerto.
Otros, que merodeando por
un jardín sombrío,
que el pobre Tom estaba
cojo y tuerto
y que esperaba a su dueño
en el estío.
¡Qué ejemplo Dios mío, nos
da Tom!
Tom, el perro cojo y
tuerto,
volviendo sin ninguna
condición,
sin brizna de
arrepentimiento.
Tom, fue nuevamente
abandonado
Al verano siguiente ¡Quién
lo diría!
Pero en el sino de Tom,
está sellado
que eso, a su dueño jamás
lo haría.
Hay muchos Tom, por el
mundo,
más de los que desearía.
Si algún día ves a Tom, ya
moribundo,
¡Entiérralo para acabar con
su agonía!
***
Notas de autor:
Muchos perros como Tom, son abandonados
todos los días en la carretera. Se pueden quedar días esperando en el mismo
lugar en que su amo le invitó amablemente a que bajase del coche. Y espera a
que su dueño vuelva.
Y
entonces, la espera se hace larga y comienzan a flaquearle las fuerzas.
Necesita de alimento pero ese alimento no llega. Y comienzan a vagar sin rumbo
fijo, con la cabeza baja y el rabo entre las piernas. Su caminar es lento e
irregular y su mirada se torna triste. Y cuando alguien le mira, entonces mueve
el rabo en señal de agradecimiento. Y si le premias con un puñado de pienso que
de forma casual llevas en el coche, para uno de esos perros falderos que tanto
presumes por su pedigrí y te animan para
que salgas a pasear, corre de tras de ti intentando entender por qué lo dejas
allí.
Pasa
el tiempo y un día, ya no lo ves; Pero ingenuamente piensas que algún corazón
bondadoso se lo habrá llevado a su casa y auto engañándote, piensas que cuidará
de él.
A
los pocos días lo ves tirado muerto en la carretera porque un coche lo ha
atropellado. Tal vez porque ya estaba derrotado de ir de un lado para otro y
por la noche se hallaba calentito tumbado
en el asfalto.
Esto
le pasó al perro de la foto y a muchos más cada día.
¡Es
una injusticia! Pero nadie hace nada para remediarlo.
***