LA ZARZA DEL AMOR
No quiero seguir amando
si amar es hacer sufrir.
Los días pasan volando,
y es tan hondo este sentir
que la llama que me abrasa
del alma quiero escupir.
Oigo caballos trotando,
pronto llegarán aquí,
pues sus relinchos de cuarzo
dicen que vienen por mí.
¡Venid, que estoy esperando
para acabar de sufrir!
Del cielo surgió una nube
que pronto se tornó en gris,
y un vientecillo solano
del pecho empezó a surgir.
Era yo quien me elevaba
y era tal mi frenesí,
que todo pareció entonces
bellas flores de alelí.
Vi mi alma desparramada
en el fondo de un cubil,
y un pajarillo cantaba
en un frondoso jardín.
Lo extraño es que lo entendía,
y éste me supo decir,
que fue mi melancolía
quien de nuevo hizo reír.
Una extensa cabellera
de finos rayos de añil,
se extendió a la cordillera
coronada de marfil.
Y en lo más alto y prendida
con finas hebras de plata,
surgiste flor atrevida
con espinas escarlatas.
Eres clavel, eres rosa,
la amapola del trigal,
la macaón de las cumbres,
y el moteado zorzal.
Eres todo y eres nada,
da igual reír que llorar,
si entre medio está la zarza
que empleamos para amar.
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