La música de una lágrima
¡Ya es suficiente! me dicen,
¡o pecarás de pesado!
Nada será suficiente
si se ignora nuestro hado.
Esta es mi flamante idea,
profunda como un fandango,
con fragmentos de una música
del interminable espacio.
Bien sean chasquidos de piedras,
o alegres gorjeos de pájaros,
serán sombras que en la noche
transportarán los murciélagos.
La risa hueca del río
se estanca en grácil meandro,
que luego azota con brío
tanto a hombres como a grajos.
Grajos que hasta incluso algunos
con fino alambre se ahorcaron,
debido a las autopistas
que invaden valles y prados.
Hoy los latidos del agua
del laurel está bajando,
y allí en la tierra fresca
convertirá luego en charco;
para de ese modo hundirte
cuando des el salto largo.
Ahora ya tus huesos crujen
como si fueran relámpagos,
pues ya todo agobia y cansa,
incluso viles halagos.
Los latidos del tiempo pasan,
pasan y lo hacen cantando,
Igual que canta el jilguero
coronando espinosos cardos.
¡Eso sí que es nítido!
¡Eso sí que es claro!
Hasta lo más insípido
torna a almibarado.
Cuando llega la hora
que todos odiamos,
arrolla la locomotora
a todo cuanto amamos.
Pero hasta esa música
que nos es nefasta,
es astral su acústica
y el cielo la aplasta.
Ahora es dulce flauta,
luego, intrépido badajo,
que tañe los bronces
En días señalados.
La música de una pena
fluye tras esa lágrima,
surcando rosas mejillas
para luego saborearla.
Puede ser lágrima dulce,
también puede ser amarga,
depende quien la produce
si es lágrima de alegría,
o es lágrima de infamia.
Toda la música del mundo
de personas y animales,
Lo solfean en un segundo
mil orquestas siderales.
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