El
espino albar
Y
la Virgen de Aránzazu
Ella, era una princesa,
Su amado era un trovador,
Más no tenía la licencia
Ni siquiera de oír su voz.
Su padre se lo impedía
Era de baja condición,
Por tanto no merecía
Ni un segundo de atención.
Pero la princesa no hizo caso,
Y un día se las ingenió,
Para poder verse en el ocaso
A solas con su gran amor.
La princesa era espiada
Y una negra sombra la acechó,
Trágica era la daga
Que en su corazón pinchó.
Fue por obra de su padre
Quien la vida arrebató,
Antes de ser desposada
Con el rey de otra nación.
Y en el jardín del palacio
Donde primero da el sol,
Fue sepultado su cuerpo
Sin ninguna bendición.
Qué triste quedó su amado,
A su cita no llegó;
Pero un viento huracanado
A su tumba lo guió.
Allí se cortó las venas,
Con su sangre la regó,
Ya nadie podrá privarnos
La eternidad a los dos.
Las raíces de la maldad
Penetran en la tierra,
Y su sabia hace germinar
La espina de la indiferencia.
No los dejaron vivir su vida,
Y enamorados, se mataron,
Para que nadie pudiese separar
Y poder vivir en el cielo
No derramaron su sangre en vano,
Así lo quiso el Dios Divino,
Pues su sangre hoy fertiliza
El arbusto del espino.
Y aunque sus flores son blancas
Y se toma en infusiones,
Pocos saben que beben las almas
De dos apasionados corazones.
Un pastor guipuzcoano, llamado Rodrigo
Baltazegui, caminaba solo por el monte cuando escuchó un cencerro entre unos
arbustos. Al acercarse, encontró el rostro de una Virgen sobre un espino blanco
y sin dar crédito a lo que veía exclamó: “Arantzan Zu”, expresión que en
Eusquera significa “Tú entre los espinos”
Aranza, se traduce como “espino” y el
sufijo “zu” que indica “abundancia” Por lo que significa algo así como “abundancia
de espinas”
A raíz de esta aparición se construyó
en el lugar un Santuario de la que a la postre sería la patrona de los guipuzcoanos,
Nuestra Señora de Aránzazu, por eso, en
sus torreones los vemos llenos de espinas y por eso, a la Virgen de Aránzazu
suele presentarse sobre un tronco de espino y con un cencerro al lado.
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