El Amor Arácnido
"Relato"
Entre todos los seres de la naturaleza, no hay animal más desagradecido que la hembra araña. Si nuestro Diego de Marcilla e Isabel de Segura, “Los Amantes de Teruel” levantaran la cabeza y leyeran esto, estarían orgullosísimos de haber muerto tal y como lo hicieron, ambos por amor, resignados al saber que todavía existe un amor peor, “El Amor Arácnido”
Todas las arañas nacen de huevos diminutos escondidos o camuflados debajo de troncos o materiales de desecho. Cuando nacen, tanto arañas como araños aparentemente son iguales, pero conforme pasan los días, las hembras pueden diferenciarse fácilmente de los araños, por su mayor volumen, pues las arañas llegan a doblar el peso de los araños.
Al llegar la primavera, entre maderos añejos y horadados por infinidad de termitas, se pasea la fea y peluda araña. Su caminar es lento y encorvado, y con ojos impregnados de malicia, como si en su infancia hubiese sufrido algún funesto desengaño, otea el horizonte. Siente unos ardientes deseos de procrear, y su ardor sexual es tan intenso, que invaden sus instintos, y espera a un macho para acallar el grito de la procreación.
Allí, en un rincón umbrío del techo de la vieja casa, un joven araño se había estado ejercitando con números circenses, para ganar musculatura y agilidad, para de ese modo conquistar a la orgullosa araña. Había oído leyendas de que las hembras solían devorar a los atrevidos machos una vez finalizada la copula, pero él estaba seguro de sí mismo. Le recitaría unos cuantos poemas románticos, para evitar exponerse a sus iras e instintos asesinos, y le susurraría al oído bellas palabras de amor para calmarla.
Decidido pues, se presenta ante ella cruzándose en su camino, y le dice varias palabras elocuentes, e incluso se puso a taconear con sus ocho patitas demostrando su alegría. Pero la araña, fría e impasible, sin perturbarse lo más mínimo, tras mirar al araño con desprecio, como una vampiresa se puso a hacer la manicura.
-¿Qué querrá este esmirriado? ¡A qué le cruzo la cara!
-Hola despampanante morenaza, me gustas mucho, y si me aceptas como pareja, te seré fiel durante toda la vida, te traeré suculenta comida a tu mesa todos los días, trabajaré entretejiendo redes de seda de sol a sol, para capturar para ti moscas y demás apetitosos insectos voladores. Conmigo vivirás como una reina. ¿Qué me dices morena?
Y ante la indiferencia de aquella hembra descomunal, de terroríficas uñas como afiladas dagas, nuestro galán le muestra unos mohines con su rostro de inocencia y empieza a cantarle la canción de moda de esos momentos:
"Te amo morena,
tú eres la araña con la que siempre he soñado;
mi alma hoy está serena
y quiero estar siempre a tu lado..."
La fría araña con gestos de resignación, para calmar su ardor sexual, se da la vuelta y le muestra su enorme trasero como única respuesta.
El joven araño ve llegado el momento que durante tanto tiempo había estado esperando, y de un salto se sube hasta aquella dulce grieta donde todos los deleites del universo convergen.
-¡Oh, qué placer, qué gozo, qué éxtasis más supremo!...
¡Gracias morenita, por regalarme un trocito de tu cielo¡
Dicho esto, el joven araño sin fuerzas, cae de espaldas al suelo, confundido por el delirio de su éxtasis.
La estúpida y desagradecida araña, insatisfecha; pero con el deber biológico cumplido, se da la vuelta y proyecta hacia el enclenque galán su mirada con chispas vengativas y odiosas, producto quizá de un trasnochado feminismo universal.
El joven araño asustado, le sonríe y hace unos mohines quizá pidiendo clemencia.
Ya le he dicho que le amo, que le seré fiel, y trabajaré para ella toda la vida, supongo que eso será suficiente ¿no?-se preguntaba.
Cuando sin mediar palabra, la desaprensiva hembra, desenfunda su afilada uña letal impregnada de mortífero veneno, y sin piedad, con un rápido movimiento, se la clava en mitad del corazón, descargando no solo su veneno, sino también su incomprensible odio.
Ya medio moribundo, el joven araño, con voz grave, le mira a los ojos y sólo acierta a balbucear: “Sois malvadas, sois perversas… Todas las jembrazzz… zoizzz ... igualezzz…”