miércoles, 13 de julio de 2022

La Posada de los Sueños Eternos "Cuento"

 

La Posada de los Sueños Eternos

“Cuento”


 
 Un   amante de la tauromaquia, se había propuesto viajar a la  capital Hispalense,  bañada  por las aguas del río Guadalquivir, para presenciar las faenas en La Real Maestranza, del Gran Maestro “El Lagartijo”  inolvidable este por sus faenas, donde hasta tenía la osadía de acostarse delante de los impresionantes y fieros miuras.
 Sabía que para llegar hasta la ciudad de la Giralda y la Torre del Oro, le llevaría un largo día de camino, puesto que llevaba idea de hacer dicho peregrinaje  andando.

El caso es que  nuestro protagonista vio como el crepúsculo comenzaba a extender sus alas de grajo, y ante el temor de que se le echara la noche encima, decidió  hacer noche en la primera posada que le saliera al paso. Se creyó con suerte, pues al poco, se le apareció una posada, llamada curiosamente  “La Posada de los Sueños Eternos”

Dentro, un hombre que frisaría los sesenta años, de aspecto  achaparrado y frente bastante despejada, se encontraba en esos momentos lavando algo de vajilla, y que paró en seco sus quehaceres para amablemente atenderle.

Tras escuchar su petición, que no era otra cosa que el pasar aquella noche allí, el hombre le mostro cual iba a ser su habitación. Y aquel particular inquilino por una noche le rogó al dueño de aquella posada, que, si por alguna casualidad tardaba en levantarse, le hiciese el favor de despertarlo. Pues por nada del mundo quería perderse lo que sin duda para él, iba a ser la corrida del siglo.

-      No se preocupe buen hombre -  le dijo-. Si a las ocho de la mañana, no ha aparecido usted por aquí, yo personalmente subiré para despertarlo.

Y con ese acuerdo, el viajero amante de los toros, se tumbó en el lecho. Y en cuestión de segundos, frutó quizá del cansancio acumulado de la caminata, cayó en las garras del apacible y reparador sueño.

Pasó el tiempo, y cuando ya comenzó a dar excesivas vueltas, creyó oportuno levantarse, para  así evitar que tuviese que ser despertado por aquel hombre que tan amablemente, y de manera altruista se había ofrecido  hacerlo.

Se cambió de ropa y bajó hasta la planta calle donde el dueño de la posada seguía con sus quehaceres. Más cuál no sería su sorpresa, cuando el hombre le indicó:

- ¡Pero hombre, Qué hace usted aquí!

-Ya creo que he dormido suficiente y antes que…

-¡Pero como vas a dormir lo suficiente!- le interrumpió-.  Si hace escasamente media hora, que te he dejado en la habitación!

- ¡Media hora! – Protestó- ¡Pues si a mí me ha parecido que he dormido por los menos diez!

-Sin duda son las ganas que tiene usted  de llegar a Sevilla, pero la realidad es tozuda.

-De acuerdo, ya me vuelvo a la habitación.

No salía de su asombro; Pero aún así, intentó dormir, cosa que  milagrosamente lo consiguió.

Tras despertarse, se dijo así mismo: “Ahora no creo que me diga ese hombre que sólo he dormido media hora”

Tras bajar los veinte peldaños que hasta tuvo la curiosidad de contar, se encontró con la cara de asombro de aquel hombre que aún seguía tras aquella barra como si el tiempo para él no hubiese  pasado.

-¡Pero se puede saber qué hace usted aquí tan pronto!

-¿Pronto?

-Sí, pronto, pues según este reloj de bolsillo que tiene una precisión matemática, no son más que las dos de la mañana, y la noche está completamente cerrada. Cualquiera que lo vea a usted tomar la dirección de Sevilla, a estas horas, se va  a pensar que está usted loco.

-Desde luego, si es verdad que es la hora que   me indica, no sólo se me puede tratar de loco, sino de cualquier cosa, entre ellas, la de ser un salteador de caminos.

La escena se repitió varias veces más; pero ya cansado de tanto dormir y de oír repetir las mismas letanías, decidió abandonar aquella posada, fuese la hora que fuese, jurándose así mismo no volver a parar nunca más en aquella posada, llamada para más INRI “La Posada de los Sueños Eternos”

 

martes, 5 de julio de 2022

El fantasma del corral

 

El fantasma del corral

 


Dice mi  nieto que existe

Un fantasma en el corral;

Que es el que rompe las flores

Cuando se pone a jugar.

También salpica con agua,

El que me hace tropezar,

Y el que se  ríe a carcajadas

Cuando la espalda le das.